ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La crisis empapela Sevilla

SEVILLA está empapelada, quién la desempapelará, el desempapelador... Empapelada por la crisis. De anuncios de personas que buscan trabajo u ofrecen servicios. Toda Sevilla es un inmenso tablón de anuncios. Vas por cualquier calle, por cualquier barrio, y te encuentras los carteles caseros fijados por los que buscan desesperadamente trabajo por su cuenta. Folios de impresora, perfectamente confeccionados, con sus flequitos recortables rasgados a tijera con muchas veces el mismo número de teléfono repetido, para que lo lleves como recordatorio sin tener que apuntarlo. O simples hojas manuscritas a boli y fotocopiadas en el locutorio de la esquina, pegadas con fixo. Verdaderos gritos pegados a la pared.

Toda Sevilla, con estos carteles, es como una inmensa oficina del INEM. Y nos prometían pleno empleo en la última campaña electoral... Sevilla, empapelada hasta la última farola, es como un periódico de anuncios baratos; tan baratos, que no cuestan nada. No sirven las viejas advertencias del «prohibido fijar carteles, responsable la empresa anunciadora». Los que fijan los carteles ahora son los náufragos de la crisis, los despedidos de la construcción, los heridos por el pinchazo, qué pinchazo, ¡por el reventón de la burbuja inmobiliaria!

Antes, estos anuncios estaban confinados en los vestíbulos de los supermercados de los barrios. En cada tienda del Más o de El Jamón te encontrabas un gran corcho como tablón de papeletas de anuncio, junto a las taquillas de consigna para dejar los bolsos. En ese sitio de entrada al supermercado del barrio donde siempre hay siete carros de compra medio mojosos y un perro amarrado con su cadena esperando que la dueña salga de comprar, te encontrabas estos breves papelitos de las ofertas: «Vendo túnica de nazareno de San Benito», «Vendo dos trajes de flamenca de niña, uno para 7 años y otro para 4, a estrenar», «Señora para cuidar niños por las tardes se ofrece», «Alquilo apartamento en Matalascañas, primera quincena de agosto», «Bicicleta de carreras en buen estado», «Tienda de campaña y dos sacos de dormir, baratísimos», «Se dan portes económicos». Los papelitos del tablón del supermercado eran como la sección de anuncios por palabras del periódico, pero gratis. Sector servicios, vamos, que diría un cursi.

Pero estos anuncios han rebosado los tablones, las oficinas del paro, las páginas de Internet, y llenan Sevilla. Están en las farolas, en los postes de los semáforos, en los buzones de correos, en los contenedores de la basura, en las esquinas, pegados a las fachadas de las tiendas, en las señales de circulación, en los troncos de los árboles, a la entrada de las oficinas. ¿A cuántos pintores ha dejado la crisis en paro en Sevilla? Deben de ser miles. Porque yo no he visto más pasquines callejeros anunciando pintores: «Se ofrece pintor económico», «Pintor barato», «¿Quiere pintar su piso?», «Pintamos pisos, locales, escaleras, fachadas». La crisis se les ha llevado la escalera a los pobres y se agarran a la brocha. Por no hablar de los cuidados a enfermos y señores mayores y niños: «Señora se ofrece para cuidar personas mayores, incluidos fines de semana», «Estudiante de Pedagogía se ofrece para cuidar niños», «Cuido enfermos noche». Y la emigración, con su clamor: «Señora ecuatoriana busca casa como asistenta, interna», «Matrimonio peruano con papeles se ofrece para cuidar casa de campo, él con licencia de conducir», «Chica rusa sabiendo cocina busca casa seria, todo el día», «Rumana limpia escaleras por horas».

¿Salen los políticos a la calle y ven estos papeles, auténtico memorial de la gravedad de la crisis? Yo creo que no. Van en sus cochazos oficiales de su casa al despacho y luego al restaurante con las pinceladas de bogavante al centro, y están fuera de la realidad de la ciudad empapelada por la crisis, que no es que busque trabajo, es que lo pide a gritos. Estos anuncios que empapelan Sevilla son la más trágica Encuesta de Población Inactiva, la más real estadística del paro. Como un papel que vi la otra noche en la Plaza de Cuba, pegado junto al cajero automático de la esquina de la calle Génova: «Matrimonio se ofrece para cuidar enfermo o persona mayor por las noches, sólo a cambio de cama y comida».

 

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