ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Queipo, el antifranquista

CON el ABC de ayer me pasó lo mismo que una noche que entré a tomarme unas bocas de La Isla en Mariscos Emilio de la Plaza de Cuba: que me di de cara con Queipo de Llano. ¿Queipo en Mariscos Emilio? Pues sí. Allí estaba aquella noche que evoco, sentado con su familia, tomando una cervecita, el teniente general de Aviación retirado don Gonzalo Queipo de Llano Martí, que era talmente una viva estampa de su padre, el general Queipo de Llano. Tú imaginabas al aviador don Gonzalo Queipo con el micrófono de Radio Sevilla delante, en un despacho con zócalo de azulejos en La Gavidia, lo vestías con una chaqueta blanca, y te parecía que quien estaba en Mariscos Emilio era el mismísimo Queipo, y que iba a resonar de nuevo su voz de las charlas: «Buenas noches, señores».

Queipo hijo era físicamente exacto a su padre. Y a reivindicar su memoria, como buen hijo, dedicó su vida. Se contaba que en su casa de Los Remedios tenía un tesoro: las memorias autógrafas de su padre. Muchos editores, el viejo José Manuel Lara entre ellos, anduvieron rondando la avenida de República Argentina para pretender estas memorias y publicarlas en la España de la Transición, cuando se destapaba la caja de los truenos y de las verdades con las autobiografías de prohombres de la República, la Guerra o la postguerra como Gil Robles o Serrano Súñer.

Por las casualidades del destino, digo que en el ABC de ayer me di de cara con Queipo. Venía la esquela mortuoria de don Gonzalo Queipo de Llano Martí, convocando al funeral que por su alma se celebrará esta noche en la Basílica. (Tratándose de Queipo, no hay que decir cuál.) Bajo el nombre del ilustre aviador retirado, el más definitivo de sus títulos: «Hermano de la Esperanza Macarena». Y como si póstumamente se hubiera cumplido su deseo de reivindicar la memoria de su padre, en «D 7 - Los Domingos de ABC», el anticipo del que para muchos será sorprendente libro: «Queipo de Llano. Memorias de la Guerra Civil», preparado por Jorge Fernández Coppel y editado por Ymelda Navajo, mi editora, en La Esfera de los Libros. ¿El libro que siempre pretendió publicar Lara y no lo consiguió? Me huelo que sí.

El título que ABC le ponía a los dos páginas de resumen del libro lo dice todo: «Queipo de Llano frente a Franco». Habrá sorprendido a algunos. A otros, no. Otros hace mucho tiempo que consideramos siempre a Queipo como el primer antifranquista, en el tiempo y en el sentido jerárquico. En el bando de los vencedores de la guerra hubo muchos perdedores, ignorados por la Historia. Por lo que respecta a Sevilla, los grandes perdedores del bando vencedor fueron Queipo de Llano y los carlistas. Franco le quitó a Queipo todo el poder y lo mandó de agregado militar a Roma, y más lejos porque no pudo; a Fal Conde lo desterró a Portugal. Desde los arranques de la sublevación, Queipo se las tuvo tiesas con «Paquita la Culona», como dicen que apodaba a Franco. En una novela histórica sobre aquella Sevilla, «Las lágrimas de San Pedro», reconstruí el valiente discurso que Queipo dio contra Franco desde el balcón del Ayuntamiento en 1939, al mismo término de la guerra, y que le costó la carrera. Queipo le pidió cuentas a Franco y le pasó factura por todo lo que Andalucía hizo para ganarle la guerra, con su campo, sus fábricas militares, su industria, sus recursos económicos, sus hombres mandados por miles al frente. Queipo recuerda en las páginas que ayer publicó ABC que Franco se sumó al Alzamiento tarde, cuando vio que podía ganarse, y que los que se la jugaron de verdad en el pronunciamiento fueron él, Sanjurjo y Mola. Queipo sabía de las infinitas ansias de poder de Franco porque lo conocía y porque, como él, había sido beneficiario de las prebendas de la cúpula militar de la II República antes del Frente Popular.

Todo esto, que cualquier lector medio enterado conoce de sobra, es lo que ignora el chafarrinón demagógico que nos pinta la guerra como una película de buenos y malos, y a Queipo, como uña y carne de Franco. Los que la tienen tomada con la memoria de Queipo pueden ahora comprobar que el general sublevado fue entonces tan antifranquista como ellos ahora. Entonces, que es cuando para ser antifranquista había que tener dos... estrellas de general de división.

 

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