ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Las Ventas no es Wimbledon

ESTO de que haya toreros reservones a la hora de las entrevistas, que cuando ven un micrófono cogen el olivo, no lo ha inventado ahora el que huele a cloroformo en vez de trasminar a verónicas de alhelí. Curro Romero le temía a una entrevista más que a un miura, hierro que por cierto nunca lidió, ¿para qué? Y una vez que concedió una, le preguntaron:

—Curro, usted ¿qué público prefiere? ¿El de Las Ventas o el de la Maestranza?

Y Curro, con ese manual de Filosofía Torera que hace de las figuras geniales catedráticos de Lógica y de Estética, sentenció:

—Hombre, yo, preferir, preferir, lo que se dice preferir, el que prefiero es el público del tenis, que es el más callaíto.

Era. Era. No sé si Curro, en su silente casa de la Bella Sombra, plantada de jacarandas en el paraíso del Aljarafe, está viendo por la tele los partidos de la Copa Davis en la plaza de las Ventas. Pero algunos de sus partidarios que estamos viéndolos y que profesamos la filosofía y la fe del currismo, andamos alarmados, al contemplar esos ruidosos tendidos venteños teñidos de camisetas rojas, donde todo estruendo tiene su asiento de tendido alto, donde los golpes de raqueta que dan punto y set se jalean como estoconazos, y donde las faltas en los saques, ¿se dice así?, se les pitan y silban al adversario americano de turno que se esté oponiendo a la llamada Armada Española (a la selección de tenis le han puesto un mote como de Cartagena o de San Fernando, nada más que le falta el lepanto).

¿Qué ocurre con el antañón y silencioso público del tenis? ¿Es que la plaza de Las Ventas tiene el sonido incorporado? ¿Es que el tenis, como la justicia, es un cachondeo y ya se puede armar follón? ¿Es que es tanto el ruido que oyeron las barreras, contrabarreras, tendidos, gradas y andanadas venteñas, que se ha ido archivando, y en cuanto oyen un raquetazo se creen que es un toro mansurrote que está armando ruido de ferretería con el estribo del picador, y resurge el estruendo de los grandes triunfos y los grandes fracasos?

La plaza de Las Ventas debe de imprimir carácter. Esto no es Wimbledon, evidentemente. Yo he visto los últimos partidos de Wimbledon, todo tan verde, tan silenciosamente británico, que parecía que la Reina de Inglaterra iba a inaugurar allí solemnemente el Parlamento de un momento a otro. Y he estado viendo el partido de Nadal contra Sam Querrey y el de Ferrer contra Andrew Roddick, y menos a Manolo el del Bombo y al Diamante Rubio, no he echado de menos el estruendo ni de los toros ni del fútbol, todo en una pieza. A veces Las Ventas me han parecido la plaza de Pamplona. Pero no en cualquier día, sino en pleno San Fermín, con las peñas bañadas en tinto y pegando saltos en el tendido, de espaldas al ruedo. Porque charangas lejanas sí me ha parecido oír, a pesar del mal sonido ambiente de televisión. Me pongo 100 euros a que antes del último partido allí se toca y se hace la ola moruna del «já» a los sones de «Paquito el Chocolatero», vamos que si se hace. Porque lo de «¡torero, torero!» ya se oído, a cada buen raquetazo de Ferrer, y también se ha coreado el racial «¡A por ellos!», cuando el marcador iba de aquella manera.

Otras veces, en partidos de tenis, he oído que el árbitro, encaramado en su silla como de los vigilantes de la playa, cuando el público se excedía en exteriorizar su alegría o su contrariedad, reprendía como un maestro de escuela antiguo:

—¡Silencio!

Ahora el árbitro no dice nada. ¿Qué va a decir? Hemos inventado un nuevo público de tenis, el clásico e hispánico Jugador Número 12. No, por mí encantado, ¿eh? Mientras no tiren las almohadillas a la tierra batida ni saquen los pañuelos verdes para devolver por cojo a un tenista americano y tengan que salir los cabestros de Florito... Tanto es así, que poco ruidoso me parece el público de tenis de Las Ventas. Tan contagiado estoy ya de su ardor patrio que creo que hoy el árbitro tiene que sacar a la vez los dos pañuelos, para que Nadal abra la puerta grande. En cuanto al Faraón de Camas, lo siento, Curro, pero te vas a tener que ir a torear a Wimbledon...

 

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