ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Juan Valderrama, Arzak y el humo

HACE una semana se casó Juan Valderrama, cantante hijo de mi biografiado e inolvidable primer cantautor de España, el que hizo llorar a las dos orillas del Atlántico con «El emigrante». Su banquete de boda fue una maravilla. Fue servido por un templo de la vieja cocina andaluza: la Venta Pazo, de Sanlúcar la Mayor. A cuantos más restaurantes de los platos cuadrados voy, más me gustan las viejas ventas clásicas de carretera, como Los Pacos de Marbella, paraíso del par de huevos fritos con jamón. El banquete nupcial de Juan Valderrama y Rosa Peña fue una maravilla porque en las copas del aperitivo empezaron a pasar las bandejas y, oh portento, nadie preguntaba:

—¿Qué es esto, señorita?

Todos eran viejos conocidos. Lo que no era jamón era caña de lomo. Y lo que no era queso curado y hondo, eran croquetas de toda la vida. Tonterías, las mínimas. Y luego, en la cena, igual: un alegato contra las tomaduras de pelo de la nueva cocina. No había que mirar el menú para saber que el salmorejo era salmorejo, y que las gambas blancas de Huelva eran gambas blancas de Huelva, y que la cola de toro era cola de toro.

¡Igualito que en los restaurantes con los camareros de luto riguroso, los platos cuadrados, las raciones así de escuchimizadas, las tomaduras de pelo en los nombres del menú y las estocás hasta la bola en la factura! Como me saben aficionado a tirarme de risa con el cuento del alfajor que se traen estos tíos cuentistas y flautistas de Hamelín, un lector me envía recorte de las últimas hazañas de Arzak. Tras conocerlas, felicito efusivamente a los señores de Valderrama (don Juan Antonio) por habernos convidado a su boda con la Venta Pazo y no An Cá Arzak. Juan Valderrama nos evitó tener que soportar la «raíz de loto con mousse de arraitxiki», toma ya. O el «cordero con bizcocho de algas», yo creo que es algo. O el «pichón con puzle de goji», cualquier cosa. En la Venta Pazo, les aseguro, ante los camareros que ofrecían las bandejas de Jabugo a pie de tío cortándolo en el jamonero, nadie echó en falta las raíces de loto con la leche que mamó Arzak.

Y mucho menos añoramos a la hora del croquetamen y del jabugueo una novedad que sirven como aperitivo en esos dominios de Arzak donde no se pone el sol de Michelín, aguanten la risa: «Congelado de humo con jugo de frutas».

¡Eureka! ¡Lo consiguieron! Han logrado vender humo a precio de caviar.

Aunque he de reconocer en su beneficio que Arzak vende humo y lo dice. Y en un gesto de honradez encomiable, matiza que es humo congelado. Que no es humo fresco, vamos. Y no como otros, que nos dan humo congelado como si fuera del día. Como los flamencos, por ejemplo. En la Bienal de Camelos Flamencos que se está celebrando aquí en Sevilla, los artistas se están haciendo ricos a base de vender humo. Congelado y sin congelar. Humo a compás. Hay un tío que ha salido bailando dentro de una caja de muertos, tal como suena, con el mal vají que tienen las cosas de los difuntos para los flamencos. Y ha habido otro tío que ha salido cantando por seguiriyas rodeado de campanas de parroquia, con el campanero además tocándonos a todos el badajo. Esto es culpa de la nueva cocina, que lo está contaminando todo en España. Los flamencos piensan: si hay un tío que se está haciendo de oro vendiendo humo congelado, ¿por qué no voy yo a montar un espectáculo metiendo el Ibex 35 por bulerías? Y van y lo montan. Y vienen los ayuntamientos y las autonomías y con dinero suyo y mío hacen rico al gachó, a quien la crítica recibe luego como un genio de la fusión y del sifón.

Pero si todavía la influencia de la nueva cocina se quedara en las bellas artes, campo tradicional de las camelancias... Lo malo es que ha llegado a la política. En el caso del congelado de humo con jugo de frutas, no culpo a Arzak. Creo que se ha inspirado en Zapatero y en Solbes. Desde que estalló la crisis económica en Estados Unidos, Zapatero y Solbes nos están vendiendo humo congelado como aperitivo de las medidas que no han tomado (ni tomarán). Arzak se ha limitado a añadir jugo de frutas al humo gubernamental, como podía haberle puesto virutas de foie, salsa de huevas rojas o cualquier mamarrachada de frutas del bosque al uso.

 

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