ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Una sillita para el Santander

PARA el Banco Santander Central Hispano, naturalmente. No para el «Santander, eres novia del mar» o para el «Allá en Santander, mi amor, ay, lerén, lerén», que cantaba Jorge Sepúlveda, el cantor geográfico que este verano nos ha recordado José Luis Rubio en su trabajadísimo y sentimental programa radiofónico «Voces con Swing», memoria histórica de una España nada folklórica, sino americana y europea, y que merecería en la parrilla de Radio Nacional algo más que esa hora de farmacia de guardia a que lo han condenado los domingos, a las 4 de la mañana, que parece que no te lo despachan sin receta.

Los españoles nos dividimos en tres grandes grupos: los que le debemos dinero al Banco de Santander, los que le debemos dinero al BBVA y los que le debemos dinero al resto de bancos y cajas de ahorros. Hay algo de afición taurina o futbolística en la adscripción a una determinada fe bancaria. Se es del Santander como se es de José Tomás o del Real Madrid; o del BBVA como se es de El Cid o del Betis. También hay algo de azar geográfico. Hay quien cae en zona del Santander como Juanito Valderrama cayó en zona roja cuando la guerra, porque el 18 de julio estaba cantando en Valencia. Y hay quien cae en zona del BBVA como Concha Piquer en zona nacional, porque cuando Queipo se puso farruco estaba en Sevilla con Antonio Márquez.

Sea como fuere, sin consultar el Anuario de la Banca, a ojo de buen cubero, yo creo que los partidarios, devotos, aficionados, seguidores o deudores del Santander somos mayoría en España. Los bancos, como las ganaderías de bravo, proceden de hierros y encastes diversos. Yo, por ejemplo, procedo del encaste Hispano Americano en el Santander. Artístico encaste. A ver, ¿qué otro banco ha salido en una canción de Sabina, ahora que nos están dando la una y las dos, y la luna de la crisis nos ha sorprendido al amanecer con una mano detrás y otra delante? Soy del Santander, sector Hispano, como otros lo son del lote de viejos clientes que Botín compró con el Banco Central.

Por todo lo cual proclamo solemnemente que los clientes del Santander no merecemos la ofensa pública que nos ha hecho ZP. No hay derecho. Estamos orgullosos de deber hasta de callarnos a un Santander que es tan rico y está tan montado en taco, que Botín compra por el extranjero bancos en ruina al peso, como el escolano que va al puesto de chuches. Y en la mayor ocasión que vieron los siglos de la crisis, cuando ZP recibe en la Moncloa a los barandas máximos de la Banca y las Cajas de Ahorros, va el tío y al nuestro, al del Santander, al del logotipo de la llamita, al de esos rótulos colorados que son como un nuevo Imperio español en los que no se pone el sol a entrambas orillas de la mar oceana... Va el tío, decía, este ZP que o bien no tiene ni zorra idea de la escalilla de mandos del cuarto de banderas de la Banca, o bien lo hace adrede, para dar por saco a Botín, pero el caso es que al nuestro, al del Santander, va y nos lo sienta en una sillita de cagalástima. Y encima en una esquinita, como para saludar por la tele cuando vayan a tirar un córner. Mientras que a los otros, sobre todo al andaluz Banquero del Régimen de Chaves (que allí ni pegaba ni llegaba, como decía El Beni), me los sienta a los cinco tíos repanchingados en sus buenos sillones de tapicería carísima. O sea, los otros, de House and Garden; y el nuestro, que es el que de verdad más manteca y más pastora imperio maneja en España, de Ikea.

¿Que faltó Botín, que mandó al sobresaliente, y que por eso sentaron al nuestro, a Alfredo Sáenz, en un transportín? Pero con la cantidad de cosas importantes que tiene que hacer por el mundo don Emilio Botín para defendernos a los que tenemos en el Santander las cuatro perras que nos gastamos en un resfriado, ¿cómo va a perder el tiempo escuchando embustes gordos a un ZP que de Banca sabe aproximadamente lo mismo que yo de Biotecnología? O a lo mejor fue venganza. Porque como ZP no tiene ni zorra idea, seguro que cuando vio entrar en la sala a Alfredo Sáenz, le dijo: «Yo lo conozco a usted de algo... ¿Usted no salía en “Casablanca” con Humphrey Bogart?» Y, claro, como Alfredo Sáenz le dijo que nanai, que él era el vicepresidente y consejero-delegado del Santander, pues a un rincón, castigado. ¡Y en una sillita de Ikea!

 

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