En Lora
del Río, donde el Antonio Machado de "Campos de Castilla" se sintió extranjero
en los campos de su tierra, cumplen cuando hay sequía una vieja tradición. Sacan al más
viejo del lugar, lo sientan en una silla de enea a modo de gestatorio y preconciliar trono
pontificio, y lo pasean en volandas por las calles del pueblo para pedir que saquen a la
Virgen de Setefilla "ad petendam pluviam". En el resto de España, como hay
siempre sequía de liderazgos, hacen cada lunes y cada martes como en Lora del Río. Cogen
al más viejo del lugar, lo sientan en una silla gestatoria y lo sacan a dar una
vueltecita pontifical, para que nos diga lo que tenemos que hacer.
Y como prácticamente siempre
estamos en campaña electoral, pues esto es un aburridísimo trasiego de los más viejos
del lugar. ¿Que hay elecciones catalanas? Sacan a González. ¿Que va a haber elecciones
andaluzas? Sacan a Escuredo. ¿Que dicen que el Príncipe de Asturias se tiene que casar
de una vez? Sacan a Sabino Fernández Campo. Así, según los casos, vamos sacando a todo
el banquillo de la selección nacional de viejas glorias: a Adolfo Suárez, a Marcelino
Camacho, a Nicolás Redondo, a Calvo Sotelo. Hasta Santiago Carrillo suele ser muy
socorrido a efectos de entrevistas en La 2 de TVE para que nos cuente la batallita de la
transición y la bandera de España. La vieja gloria gusta mucho aquí. Gana Alex
Crivillé el casco de oro, y sacamos a Angel Nieto. Hay incluso viejas glorias de sí
mismos, en todos los campos. Fraga es vieja gloria de sí mismo. Antoñete, Imperio
Argentina, Berlanga, Carmen Sevilla son viejas glorias de sí mismos.
Aunque lo que más se gusta
aquí es la vieja gloria que no sea vieja ni gloria. Lo digo por la nueva salida de
Alfonso Guerra, que está deseando aparecer en los papeles, con un síndrome de
abstinencia que podría tener fácil rehabilitación, aunque difícil reinserción social.
Qué señor más pesado en sus recurrentes anuncios del diluvio. Éste, de vieja gloria,
se ha quedado solamente en mueca de vieja protestona. Todos tenemos una tía solterona que
está todo el día relatando y protestando, como Guerra. Ahora ha cogido la perra con la
Audiencia Nacional, y dice que la tienen que cerrar, porque aquello es el Patio de
Monipodio. Hay que concederle al menos autoridad en cuestión de picaresca. Cuando el
librero elevado el límite de su incapacidad habla del Patio de Monipodio, no lo hace como
especialista en novela picaresca (que no la trabajaba en su tienda), sino como experto en
el montaje de Patios de Monipodio en la mismísima tierra de Monipodio, entrando a mano
izquierda, conforme se llegaba al despacho de Mienmano.
Lo que hay que cerrar aquí de
verdad es la veneración desordenada a tanta vieja gloria sin causa justificada, a tanta
sombra de la nada. Si quieren figurar, que hagan lo que toda la vida de Dios han hecho las
viejas glorias: jugar una pachanguita de fútbol por Navidad, a beneficio de los niños
pobres. Pero qué pesadez de viejas glorias. Hasta la ETA los pone para negociar con el
Gobierno...