La Universidad
Hispalense, y parece que también todas las andaluzas, va a
pedir la creación de la Facultad de Ciencias del Trabajo.
Ole. Ya estaba bien de tanto Arte del Paro, de tanto virtuoso
del Inem, con la mala fama que nos ha dado a los andaluces. Yo
no sé si en Cataluña y en el País Vasco, que son los que se
llevan la fama de laboriosos, tienen Facultades de Ciencias
del Trabajo. Deberían no tenerlas, para empezar a poner las
cosas en su punto, para demostrar a España entera algo
palmario, que se demostró más que suficientemente en las
tristes emigraciones de nuestro pueblo, en la emigración a
las provincias ricas del Norte primero y en la emigración a
la Alemania del milagro después. Se demostró en estas
emigraciones que el andaluz mete el hombro y suda la camiseta
o el mono de trabajo como el que más, que de holgazanería,
nada de nada, que lo que ha tenido ha sido muy pocas
posibilidades históricas de productividad, que es una cosa
muy distinta.
De siempre los
andaluces han sido los adelantados en las Ciencias del
Trabajo, entendidas en su parte jurídica. Hay toda una
escuela sevillana de Derecho del Trabajo, que coincide, por
otra parte, con la escuela sevillana del socialismo renovado y
con la foto de la tortilla. Los discípulos de don Manuel
Alonso Olea crearon escuela en Sevilla, de José Cabrera a
Miguel Rodríguez Piñero, y o mucho me equivoco, o la inmensa
mayoría de los catedráticos de Derecho del Trabajo de toda
España provienen de esta escuela, son canteranos de la vieja
Facultad de frente al Caballo del Cid. No es tampoco
casualidad de que suela haber un andaluz como ministro de
Trabajo. Andaluz es Pimentel, como andaluz era Arenas y como,
antes, andaluces fueron Manuel Chaves o José Antonio Griñán.
El que inventó esto del Trabajo como ministerio, que fue
Girón durante la dictadura, acabó sentando sus reales en
Andalucía, como León de Fuengirola, y en cuanto a quien le
sucedió en la cartera franquista, Pepe Solís, pues ya saben,
de Cabra.
Hay una nueva
frontera en el trabajo andaluz que lamentablemente no se
conoce fuera de nuestra tierra, donde seguimos cargando con
los tópicos de la gandulería. Quien quiera saber cómo
trabaja Andalucía, no tiene más que poner las radios de las
siete de la mañana, donde las delegaciones de Tráfico dan
los partes de embotellamientos en las entradas a las grandes
ciudades. A las siete de la mañana, a las ocho, no están
empetadas las entradas en las grandes ciudades para ir de
copas y de feria, obviamente, sino para meter el hombro. La
actividad de una ciudad andaluza al amanecer es ya la misma
que la de cualquier otra capital europea de la civilización
postindustrial y de la leña. Lo que antes trabajaban los
andaluces en la emigración de Cataluña y en la emigración
de Alemania es lo que meten ahora el hombro aquí. La teoría
de Ortega y Gasset sobre el sentido púdico del trabajo es ya
una antigualla como otra cualquiera.
Ha hecho la
Junta una campaña muy digna de elogio, con las grandezas
culturales e históricas de Andalucía con vistas a su puesta
en regadío turístico, y a la vista están los buenos
resultados, enhorabuena Pepe Núñez. De igual modo, esta
percha de las Ciencias del Trabajo deberían ser ocasión
pintiparada para una gran campaña de imagen ante España,
donde se demostrara de una vez que no es que los andaluces
seamos flojos, sino es que no encontramos currelo, joé...
|