No
sé por qué, pero cada vez que el comisario Fischler sale en el
telediario, me acuerdo del oso que mató a Favila, con la escasa
iconografía que hay del plantígrado famoso que acabó con el
rey astur. Y una vez recordado el oso, me echo a temblar, si es
que dicen que Franz Fischler se va a ocupar de algún asunto
agropecuario español. Con Fischler era con quien tenía que
haber hablado Alfonso Guerra en sus buenos tiempos, haberle
encargado, por ejemplo, que se ocupara de cómo bailan los
caballos andaluces, que entonces sí que hubiéramos visto no
sólo a Fermín Bohórquez, sino a Hermoso de Mendoza, a Moura y
a Antonio Domecq rejoneando en burro. Unos llevan la fama de
gafes, pero quien yo creo que carda la lana es Fischler, Atila
sin caballo, que allá donde pisa no vuelve a crecer la aceituna
picuda o la manzanilla. De haber vivido el comisario en la
Grecia clásica, la diosa Minerva se habría tenido que buscar
un acebuche bravío, porque Fischler le habría quitado el olivo
mitológico.
Ahora
Fischler está en Rabat para arreglar los problemas comunitarios
del tratado de pesca con Marruecos. Ojú. Que los marineros
albertianos de todos los litorales vayan rezando lo que sepan a
la Virgen del Carmen y que se alce desde todos los muelles
pesqueros la salve marinera y el sálvese quien pueda. Sabemos
por triste experiencia que cada vez que Fischler mete mano en
asunto relacionado con la economía española la directiva
comunitaria indica únicamente dos posibilidades: o rezar a la
Virgen de Lourdes, o rezar a la Virgen de Fátima. Primero
tuvimos a Fischler metiendo mano en el aceite y ahora en el
pescado que hay que freír con ese aceite. Puede ocurrir de
todo. Cuando Loyola del Palacio trajo a Fischler a que conociera
nuestros olivares, tanto sabía de olivicultura, que cogió el
hombre, apañó una aceituna verde de la rama de un árbol
centenario y, hala, se la comió cruda, y yo creo que hasta se
tragó el hueso. Ahora que ha bajado al moro, puede ocurrir tres
cuartos de lo propio. En la primera lonja de pescado que entre,
este tío es capaz de coger y tragarse entero el primer jurel,
el primer choco, la primera bacaladilla que vea. En esas manos
estamos.
Y
luego hablan de soberanías y de soberanismos. ¿Qué soberanía
ni qué soberanismo? Eso es lo que yo quisiera, que en la pesca
de nuestras costas y en el olivar de nuestros montes no mandara
un torpón que se come las aceitunas crudas y que como coja una
caballa no deja ni la raspa con su son, será nuestra
diversión. . Europa se ha equivocado de negociador con
Marruecos. Quien de verdad podría arreglar bien esto de los
barcos amarrados sería María Asunción Mateos, que es la que
más rendimiento sabe sacar a los marineros en tierra.