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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, miércoles 22 de diciembre de 1999


Ojú, Fischler

No sé por qué, pero cada vez que el comisario Fischler sale en el telediario, me acuerdo del oso que mató a Favila, con la escasa iconografía que hay del plantígrado famoso que acabó con el rey astur. Y una vez recordado el oso, me echo a temblar, si es que dicen que Franz Fischler se va a ocupar de algún asunto agropecuario español. Con Fischler era con quien tenía que haber hablado Alfonso Guerra en sus buenos tiempos, haberle encargado, por ejemplo, que se ocupara de cómo bailan los caballos andaluces, que entonces sí que hubiéramos visto no sólo a Fermín Bohórquez, sino a Hermoso de Mendoza, a Moura y a Antonio Domecq rejoneando en burro. Unos llevan la fama de gafes, pero quien yo creo que carda la lana es Fischler, Atila sin caballo, que allá donde pisa no vuelve a crecer la aceituna picuda o la manzanilla. De haber vivido el comisario en la Grecia clásica, la diosa Minerva se habría tenido que buscar un acebuche bravío, porque Fischler le habría quitado el olivo mitológico.

Ahora Fischler está en Rabat para arreglar los problemas comunitarios del tratado de pesca con Marruecos. Ojú. Que los marineros albertianos de todos los litorales vayan rezando lo que sepan a la Virgen del Carmen y que se alce desde todos los muelles pesqueros la salve marinera y el sálvese quien pueda. Sabemos por triste experiencia que cada vez que Fischler mete mano en asunto relacionado con la economía española la directiva comunitaria indica únicamente dos posibilidades: o rezar a la Virgen de Lourdes, o rezar a la Virgen de Fátima. Primero tuvimos a Fischler metiendo mano en el aceite y ahora en el pescado que hay que freír con ese aceite. Puede ocurrir de todo. Cuando Loyola del Palacio trajo a Fischler a que conociera nuestros olivares, tanto sabía de olivicultura, que cogió el hombre, apañó una aceituna verde de la rama de un árbol centenario y, hala, se la comió cruda, y yo creo que hasta se tragó el hueso. Ahora que ha bajado al moro, puede ocurrir tres cuartos de lo propio. En la primera lonja de pescado que entre, este tío es capaz de coger y tragarse entero el primer jurel, el primer choco, la primera bacaladilla que vea. En esas manos estamos.

Y luego hablan de soberanías y de soberanismos. ¿Qué soberanía ni qué soberanismo? Eso es lo que yo quisiera, que en la pesca de nuestras costas y en el olivar de nuestros montes no mandara un torpón que se come las aceitunas crudas y que como coja una caballa no deja ni la raspa con su son, será nuestra diversión. . Europa se ha equivocado de negociador con Marruecos. Quien de verdad podría arreglar bien esto de los barcos amarrados sería María Asunción Mateos, que es la que más rendimiento sabe sacar a los marineros en tierra.

 

 

 


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