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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de   Andalucía, jueves 13 de enero del 2000


El milagro del móvil

En ese museo que los andaluces desconocen que es el Tesoro de la Macarena, Carambolo a lo divino, hay una medalla de la Virgen de la Esperanza con una hermosa leyenda torera, esos apólogos que si no son ciertos merecerían por su belleza serlo. En este caso no tiene que cumplirse esa maldición como gitana contra las más bellas tradiciones, que siempre llega un erudito local o un historiador con el pecado original del universalismo y documento en mano y acaba demostrando siempre que la leyenda es mentira y la manda al legajo. Que es acabar con la ilusión de los pueblos del mismo modo que picardear a los niños diciéndoles que los Reyes Magos son los padres.

Joselito el Gallo, gran devoto de la Virgen de la Esperanza, hasta el punto que tuvo oficio en la mesa de la hermandad, dicen que llevaba siempre una medalla de oro de la Macarena al cuello. Y que, mucho antes de la negra tarde de Talavera, un día que un toro lo cogió para matarlo y le echó mano por el pecho, empitonándolo, aquella medalla de la Virgen lo salvó del cornalón. El pitón chocó contra el milagroso oro macareno, lo deformó, pero no penetró siquiera en el pecho poderoso del hijo de la señá Gabriela y del señor Fernando el Gallo. Joselito. en prueba de gratitud, ofreció aquella medalla a su Virgen, como antes le había regalado las mariquillas de esmeralda, y hasta un paso entero de oro que quería comprarle, si aquel pitón de "Bailaor" se hubiera encontrado con la medalla que al pecho llevaba José y no con sus carnes de hombre de arte y poderío.

Y de Manolete también se cuenta una historia parecida. Don Manuel Flores Cubero, príncipe heredero de la Casa Camará, conserva en su colección taurina gran parte de los recuerdos de Manuel Rodríguez en la tarde de Linares: la camiseta que vestía, las medallas que llevaba al cuello... Una de ellas, abollada. Y refiriéndole la leyenda gallista cuando me habló del abollamiento de la medalla, me dijo, en la hermosura de las leyendas:

--- Pues sí, yo creo que puede ser de alguna cornaíta...

La calle tiene ahora a veces más peligro casi que el toro. Y hace pensar en estas hermosas leyendas. El otro día, en Valencia, un hombre se salvó de una puñalada probablemente mortal en una riña. La navaja, como si fuera el pitón de un toro, buscaba carne. Pero la hoja del arma blanca del agresor chocó contra algo que la víctima llevaba en el pecho. Se rompió contra este objeto la hoja de la navaja y, al rebotar con la fuerza del derrote, acabó hiriendo al agresor, vamos, casi como una viva estampa de Manolete en Linares, con "Islero" rodando muerto...

Pero en Valencia, ay, en el ruedo diario de la peligrosidad de nuestras ciudades, en esta sociedad orgullosa de su laicismo en que vivimos, la navaja asesina no chocó contra medalla alguna de oro macareno, contra ninguna plata cordobesa de una Virgen. Aquella navaja que iba directa al corazón, chocó, ay, ... contra el teléfono móvil que la víctima llevaba en el bolsillo de su camisa.

---¡ Acabáramos, hombre, Burgos, yo creía que iba usted a contar una hermosa nueva leyenda mariana de una medalla!

Pueden ustedes mismos montar como un mecano la moraleja de este apólogo. En esta sociedad descreída se hablará pronto del milagro del móvil como antes de las medallas milagrosas que toreros de leyenda llevaban al pecho... Para que luego digan que el teléfono móvil no es un invento milagroso.

 


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