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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, lunes 17 de enero del 2000


Sin Setién...

El Papa ha dado la boleta a Setién 
El Papa ha dado la boleta a Setién 

Don José era el cura coadjutor de una iglesia barroca de barrio, hermosa de dorados y retablos de columnas salomónicas, donde hizo tan buena labor pastoral, que el arzobispo lo nombró párroco de un templo en una zona residencial. El nuevo destino era uno de esos templos que dejó la moda arquitectónica postconciliar, a lo Fisac, mixtos de garaje y hangar de aeropuerto, que vistos desde fuera pueden parecer un hipermercado, un instituto... Todo menos una iglesia. Y cuando me encontré a don José tras su ascenso y traslado y lo felicité, me dijo, muy apenado:

-- No creas que debes felicitarme. Mira, antes, por la mañana, cuando llegaba a mi iglesita barroca, abría la puerta, encendía la luz, y me daba cuenta de que allí estaba Dios. Pero ahora, hijo, llego para decir misa de 8, abro, enciendo la luz, y al contemplar aquello, no veas los esfuerzos de fe que tengo que hacer para seguir creyendo que allí está Dios...

A mí en materia de fe me pasaba como a don José con su nuevo templo postconciliar. Creer en Dios no es difícil en la tierra donde vivo. Sé que voy a una plaza de recuerdos de golondrinas de Bécquer y tengo la seguridad de que me voy a encontrar allí al Gran Poder de Dios. Sé que acudo junto a una vieja muralla que dice la leyenda que construyó Julio César en persona, y que allí, Gioconda a lo divino, tengo la seguridad de que me encuentro con la Madre de Dios. Pero una cosa es creer en Dios, y otra muy distinta es creer en la Santa Madre Iglesia. Ahí si hay que hacer algunas veces tan grandes esfuerzos como don José el cura al abrir su iglesia-hangar. O más todavía. Sobre todo, cuando Setién abría esa boquita y empezaba a largar, y poco menos se inventaba un catecismo de uso personal, donde el mandato divino del "no matarás" era según y cómo y donde el precepto del perdón del Padrenuestro era también depende en qué circunstancias. Yo venía de rezarle a mi Gran Poder, ponía la radio, oía a Setién largando... ¡ y me costaba tanto trabajito creer que aquella Iglesia que daba culto al Dios de Sevilla era la misma Iglesia que respaldaba al señor obispo de San Sebastián...!

Así que al enterarme que el Papa, aunque esté más para allá que para acá, acaba de darle la boleta y la licencia a Setién, me he quedado como si don José el cura volviera a su pequeña iglesia barroca, como cuando era coadjutor. A don José le era más fácil creer en Dios cuando abría la puerta de aquella iglesia hermosa y sentía Su presencia. A mí ahora me será más fácil creer en la Santa Madre Iglesia, en este punto y hora en que ya no habrá un señor obispo justificando crímenes en San Sebastián. Espero que con monseñor Uriarte no tenga que hacer tan grandes esfuerzos como con Setién para creer en la Iglesia.

 

 

 


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