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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, viernes 27 de abril del 2000


Aznar, La Lirio y el Conde Arnaldos

 

Ha mejorado al Conde Arnaldos del romance. Arnaldos era un conde que no salía en el "Hola" cobrando por largar, porque sólo decía su canción a quien con él iba. Aznar no ha dicho su canción de la lista del Gobierno ni a su almohada. Sabe que aquí no puedes fiarte ni de tu almohada. Está muy bien que en un país de bocazas y de correveidiles tengamos un presidente que domine el raro arte de la discreción y que sepa guardar secretos. Cómo será de difícil lo del secreto en la España lenguaraz que los ministros, cuando juran ante el Rey, ponen a Dios por testigo de dos cosas: de que van a cumplir y a hacer cumplir la Constitución y de que guardarán sigilo de las deliberaciones del Consejo de Ministros. Al menos hasta que escriban sus memorias. O los echen. O antes. Será que las paredes de la Moncloa oyen, pero los secretos del Consejo de Ministros son muchas veces guardados lo mismito que una viña al borde de un camino. Hay mucho perjuro que entra a por uvas a esa viña. Si no, ¿de qué y de cuándo íbamos a saber cómo se alinean los ministros cuando se ha decidido un asunto espinoso?

Aznar lleva hechas muchas rayas en el agua de los ríos sin plan hidrológico. Ninguna como la de estos días. Ha demostrado que en España, pese a todo, es posible guardar un secreto. Basta con no contarlo absolutamente a nadie. Es la única manera en esta España donde todo el mundo lo sabe todo de muy buena tinta, del "no se lo cuentes a nadie, y menos digas que te lo he dicho yo, porque si me preguntan lo voy a negar"... Ni rumores ha habido en estos días de la famosa libreta de tapas azules. De tapas tenemos la ensaladilla rusa, las huevas con mayonesa y los calamares fritos: era lo único que sabíamos de esas tapas ahora desveladas.

A ver si cunde el ejemplo. Lo digo por esas pelanduscas de lujo devenidas en famosillas que se lamentan de que lleguen a Atocha y estén allí los fotiminutis, callándose las muy lagartonas que son ellas mismas las que avisan a la Prensa. A ver si cunde el ejemplo en esta España de los pregonados secretos de alcoba que bate marcas de audiencia con El Gran Hermano. A ver si cunde el ejemplo en esta España donde, del Rey abajo, te confiesan secretos inconfesables de todo el mundo. Si uno no quiere, dos no pelean. Y si uno quiere, la verdad del cuento la sabemos sólo la Lirio y yo. En este caso, la sabía solamente Aznar. La Lirio se enteró ayer. Como todo el mundo. Por poco la nombran ministra.

 


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