Cuando el
irresistible ascenso de Mario Conde, todos los estudiantes de
Económicas querían de mayores ser Mario Conde y subió el precio
de la gomina y de los trajes a medida, por supuesto que del sastre
del Rey. Ahora, en el bastante resistible ascenso de Juan
Villalonga, no lo copian los chavales, sino los mayores. España
se está llenando de villalonguitas. A diferencia de Conde, a
Villalonga no se le imita en el atuendo pijo ni en la Abascal,
sino en el ciberpelotazo. ¿Quién dijo que la España del
pelotazo pasó a mejor vida cuando los felipistas dejaron de darse
la gran vida del poder? El ciberpelotazo es al 2000 lo que el
pelotazo fue al 92.
El
ciberpelotazo tiene de bueno sobre el pelotazo propiamente dicho
que tu hermano no se tiene que poner a dar cafelitos, ni tienes
que buscarte un maletín para mangar la morterada de la autopista
del 92, ni tienes que nombrar a un calvo sinvergüenza y satirón
como director de la Guardia Civil, ni tienes que meter la mano en
el cajón de los fondos reservados, ni buscar cal viva, ni nada.
Con un PC, una conexión a Internet y un punto com das el
ciberpelotazo. O hacer creer que das el ciberpelotazo. La
cuestión de fondo es la misma: el amarre de perros con
longanizas. Perros del dinero público antes, perros de las perras
de los inversores de Bolsa ahora; los perros no se han muerto ni
ha terminado la rabia.
En la
"cultura del ciberpelotazo" que nos invade esto es una
gran Asociación de Belenistas: todo el mundo quiere poner un
portal. La fiebre del portal afecta a las mejores familias. Me
dejó el otro día de piedra, como los toros de Guisando, Juan
Pedro Domecq. No contento con lidiar los toros más bravos en
Sevilla y en Jerez, ahora quiere hacerse más rico todavía con el
correspondiente portal, mundotoros.com me parece que se va
a llamar, donde ya ha habido unos villalonguitas que han puesto
100 millones, como éstos, esperando que la correspondiente venta
de humo sea rentable, pues se trata de humo de Montecristos del 5
del tendido 9. El caso es dar el ciberpelotazo poniendo en el
trapecio de la red el más difícil todavía de lo que sea: el
Cossío, el Aranzadi, el María Moliner, el Calendario Zaragozano
mismo. ¿Para qué? Ah, como en el 92, pero en plan virtual: para
pegarle el pelotazo, venderlo por medio billón de pesetas al que
se tercie, que ya estoy yo en Miami, y el que venga atrás, que
arree.
Mejor que
nadie lo decía el otro día una vieja del barrio gaditano de
Santa María: "Mi nieto está loco... ¿Pues no que se me
pone a hablar por un teléfono que no tiene cables ni ná?
Tó eso es de mentira..."
www.antonioburgos.com
(villalonguitas abstenerse)