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Como
andaluza que eres, Nati Abascal, sabes que esto del ojú lo dice
todo. Esa imagen sonora de dos sílabas vale por mil palabras.
No es lo mismo una tarde de oles que una tarde de ojús. Y uso
el ojú porque el apellido Abascal te lo han puesto, Nati, de
ojú. En el título he escrito tu nombre (Nati), porque si pongo
tu apellido (Abascal) la gente iba a creer que ésta era la
segunda edición de las "Memorias de Adriana" que
escribió el domingo Victoria Prego, que es la Margarita
Yourcenar de AA, la doble A.
Si hay que tener mucho
cuidado con los nombres, que no le pongan a uno al nacer Juan de
Mata, Eufrasia o Elpidio, cosas así como del santoral de taco
de almanaque que maneja como nadie Cela, mayor precaución hay
que guardar con los apellidos. Por muy famoso que seas, llega un
momento en que pueden expropiarte el apellido como si fuera
Rumasa o hacerte una opa hostil y quedarse con él. A Jesús
Aguirre, exquisito traductor de filósofos alemanes, editor de
Taurus, académico de la Española, Esperanza Aguirre le
expropió el apellido del mismo modo que Rodríguez Ibarra le
incautó la Cabra Alta y la Cabra Baja a su señora esposa, la
Duquesa de Alba. Lees en un periódico: "Aguirre se reúne
con el grupo socialista del Senado". Y te preguntas: ¿qué
tripa se les habrá roto con Heiddeger a los socialistas del
Senado, que se reúnen con Aguirre? Pero sigues leyendo y es
Esperanza, no Jesús Aguirre. Ojú.
Con lo tuyo de Abascal,
Nati, tres cuartos de lo propio. Antes decíamos "la
Abascal" y no había duda: eras tú, esplendorosa de
emperifollados de Oscar de la Renta, luciendo en las fiestas del
"¡Hola!" como la más elegante de España y de parte
del extranjero, siempre fastastiquita. Pero ahora, Nati, tu
apellido montañés naufraga en la cántabra mar de la duda.
Lees: "Abascal aconsejó que Telefónica comprara todos los
pitos de un sereno". Y te preguntas: ¿Por qué tendrá
Nati ese desmedido interés en los pitos de un sereno? Y sigues
leyendo y compruebas, ay, que te expropiaron el apellido. No es
Nati, es Adriana Abascal. Ojú. Ya no eres la única Abascal del
Reino. Yo que tú, empezaba a usar el segundo apellido, Romero
de Toro, para distinguirme. Porque no sabes a lo que te expones,
Nati, yendo de Abascal por la vida. De momento te pueden comprar
un apartamento de diez hectáreas en Miami y después ya
veremos. Y nada digo de lo que Victoria Prego puede seguir
descubriendo de ti en la segunda edición de las Memorias de
Adriana. Tienes que reconocer, Nati, que has dejado de ser La
Más, como te llamó antonomásticamente Jesús Mariñas. Ahora
La Más y Abascal, no hay duda: Adriana. ¿La Más, qué? Ojú.
La Más todo. Como en la copla, con lo que quieran llamarle se
tiene que conformar, en cuanto oscura golondrina. El único
consuelo que nos queda, oh, Nati, es que la Abascal que te ha
expropiado el apellido en el Hall of Fame con la opa hostil no
tiene, como tú, hermana gemela. Era lo que nos faltaba. Ojú,
qué alivio.
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