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¿En
qué playa o paseo marítimo desemboca la calle Sierpes? ¿Son
doscientos o trescientos los metros que separan a la calle
Gondomar del mar, como su mismo nombre indica, Gondo...Mar?
-- ¿Y usted por qué
lo pregunta, si sabe que tanto Sevilla como Córdoba son
ciudades interiores que no tienen mar y mucho menos playa,
aunque tengan tantas cosas que son realmente de vaya de la
playa?
Pues lo pregunto porque
parece que tal fuera, que todas nuestras ciudades interiores
andaluzas estuvieran como los duros antiguos: a la orillita del
mar. Por seguir con los duros antiguos, es la cosa más graciosa
que en mi vida he visto yo. No sé lo que ha pasado aquí, pero
en la general degradación de usos y costumbres y en la
igualación por abajo, la gente va por las ciudades vestida como
si estuviera en la playa. A las niñas y niñatas les falta
sólo el bikini, porque la camiseta de tirantas que llevan con
el vaquero, dejando todo el ombligamen fuera, no me negarán que
es la parte superior de un bañador. Un poco bien despachadito
para los tiempos que corren, pero bañador al fin y al cabo.
Donde más se nota es
en los tíos. Y especialmente, en las grandes superficies. Como
adicto a las grandes superficies que soy, por cómo en ellas se
puede oír hablar al pueblo soberano entre los carritos y las
calles con ofertas de latas de melva de almadraba, llevo
observado que los tíos van a Pryca y a Continente, a Alcampo y
al Día Porciento vestidos como si fueran a Almuñécar o a La
Barrosa, a Mazagón o a Torremolinos. La diferencia entre el
atuendo playero y el atuendo de ciudad se ha borrado. A uno que
está comprando en un hiper le quitas el carrito y le pones en
la mano la toalla y el tarro de Nivea y está en perfecto estado
de revista y policía para andar por la orillita del mar. Lleva
sus chanclas de reglamento, en sus diversas variantes, de las
que se mete el dedo gordo o de las otras negronas y gordotas que
tienen unas tirantas con un velcro. Lleva su bañador. No unos
pantalones cortos, como hace apenas dos temporadas, no: un
bañador propiamente dicho, preferiblemente con rayas tipo
Adidas en los costados y a ser posible de una tela reluciente,
como de atuendo de equipo de fútbol. Y lleva su camiseta, de
propaganda o de los gitanos del Piojito.
De la gran superficie,
donde únicamente antes se encontraba al andaluz vestido de
playa por la ciudad, el atuendo de moda ha saltado a las calles.
A las calles de las ciudades del interior, porque en las
litorales no tiene mérito. Antes iban así los turistas,
asfixiaditos con la calor, esos alemanes como charolés que se
quitaban la camisa y andaban con el torso desnudo por la
Mezquita, la Alhambra o el Alcázar. Ahora van así los
naturales del lugar, hala, en plan la playa estaba desierta y el
sol bañaba tu piel.
Tanto se han degradado
los atuendos veraniegos, que un señor con una chaqueta de mil
rayas es, vamos, como si fuera de chaqué. En la moda de los
pantalones cortos, andar por la calle con unas bermudas medio
buenecitas, un polo de marca y unos zapatos de barco es poco
menos que ir de etiqueta. Se impone la mugre del bañador en la
ciudad, de la chancla.
Y lo que ha de venir. A
este paso, ir en bañador por Sevilla, por Granada, por Córdoba
será elegantísimo. A este paso, todo el mundo andará por las
ciudades interiores con un tanga como el de Rappel.
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