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no tiene estas dos obras de Antonio Burgos sobre la Semana Santa de Sevilla, puede
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21 ( o al +34 1 379.73.33. si llama desde fuera de España), de 8 a 20 horas los
días laborables y de 9 a 14 los fines de semana y festivos
Todo tiene moda. Hasta los juguetes para mayores y pequeñitos, como
cantaba Iglesias El Zorro, anda que no soy antiguo ni ná, acordarme de Iglesias El
Zorro... Pasó la moda de la bicicleta de montaña, cuando todas las ciudades y pueblos de
Andalucía entera parecían el Aubiusque o las Rocosas. Pasó la moda de los patines turbo
de las alineadas ruedas, esos patines que eran una máquina de abastecer de enfermos a
Traumatología, la mejor forma de romperse un codo, una muñeca, de dejar tibia a la tibia
y el peroné a la remanguillé. Los patines parecían patrocinados por las fábricas de
yeso para las escayolas traumatológicas. Ya todo eso pasó, todo quedó en el olvido, y
las cruces de la moda están clavadas ahora en los patinetes. Lo nuevo siempre es
antiquísimo, y el patinete de toda la vida, que en Sevilla se llamaba patín, vuelve a
estar de moda.
Un patín de diseño, eso sí. Un patín perfecto, que no pesa nada, que
se pliega y se mete en el portamaletas del coche, que rueda silencioso por las calles. Me
dicen que las grandes ciudades del centro de Europa se han llenado de patinetes. Pero no
de patinetes como las momias de Huete, pá jugar los niños. Son patinetes para que los
ejecutivos lleguen cómodamente a su oficina desde el estacionamiento de su coche. Los
ejecutivos trajeados y encorbatadas aparcan el coche donde se suele, en los chirlos
mirlos, o más concretamente entre la Quinta Chimbamba y los chirlos mirlos, abren el
portamaletas, sacan el patinete, extienden su manillar telescópico, se montan y, maletín
en mano, se van a la oficina. Al llegar, lo pliegan otra vez, se suben al ascensor y lo
dejan en el armario de la gabardina. De Armani, naturalmente. La gabardina, no el
patinete.
Será por la ola de turistas que nos invade, pero las playas andaluzas ya están llenas
de patinetes. En las grandes superficies, los chiringuitos de las ofertas hasta te los
venden en su versión escúter, que es ya la leche, con motor eléctrico, sillín para
sentarse, transportín para el maletín y todos sus avíos. Donde antes las mini-motos de
los chavales de los mandados de los yates de Puerto Banús, ahora los patinetes.
Si es por patinete, estoy dispuesto a coger el mío. Lo que voy a fardar por la calle
Tetuán en patinete. Pero más que estos patinetes ecológicos y telescópicos y
esdrújulos, prefiero mi viejo patinete de los veraneos. Era mucho mejor, porque se iba
sentado. Pedíamos una caja de madera en cualquier tienda, y sacándole las puntillas con
mucho cuidadito y unas estenazas, cogíamos uno de sus lados y lo reforzábamos con
listones. Con estos listones se le hacían dos ejes, en los que se colocaban los cuatro
maravillosos cojinetes que pedíamos de los que tenían arrumbados en cualquier taller de
coches. ¡Cómo rodaban de bien nuestros patinetes, hoy diríamos que autoconstruidos o de
bricolage! Mejor que estos patinetes carísimos y plegables de los ejecutivos europeos,
¿dónde va a parar? Claro, lo malo es que nuestros patinetes sólo servían para las
cuestas abajo. Con ellos ganábamos siempre el descenso del premio de la Montaña. Tenían
de bueno el esfuerzo de hacerse uno su propio juguete. Con las chapas de la cerveza se
hacía el equipo de fútbol para jugar a los platillos y con una caja vieja y cuatro
cojinetes, el patinete. Puedo asegurarles que con aquello, o con una puntilla para jugar
al pincho en la arena mojada de la playa, éramos más felices con tanto Toisarás.http://