ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 15 de julio de 2014                 
                                
 
Los miarmas

Segunda parte de este artículo, "El Perfecto Miarma"

En mis noches y madrugadas de auriculares de Carnaval con Juan Manzorro retransmitiendo el concurso desde el Teatro Falla había escuchado muchas veces la palabra en la voz de las agrupaciones, metiéndose con Sevilla: "miarmas". Así nos llaman despectivamente en Cádiz a los sevillanos: los miarmas. Quizá como venganza por aquella frase histórica que describía a los habitantes de las tres grandes capitales de Andalucía la Baja: "Señores de Sevilla, señoritos de Jerez, gente de Cádiz".

En Cádiz se oye decir cuando llega gente de Sevilla a la Playa Victoria: "Ya están aquí los miarmas". Pero desde un tiempo a esta parte lo vengo oyendo en la propia Sevilla y aplicado con sentido crítico no a los sevillanos en general, como hacen en Cádiz, sino a un tipo determinado de sevillanito odioso. Quizá a la especie que hizo exclamar al hermano de Manuel Machado: "Sevilla sin sevillanos, qué maravilla". El sevillano miarma es el sevillanito que va por ahí perdonando la vida a quienes no lo son, gracioso profesional, cofrade que te cuenta sus "vivencias" en cuanto te descantillas, el más feriante del mundo, rociero de camino y medalla, asiduo de un bar que él mismo ha descubierto y donde ponen gloria bendita. El sevillano miarma no sólo es depositario de todas las esencias de lo hispalense, sino que lo suyo es siempre lo mejor. Y de maqueado y trajeado, nadie como él. Siete kilos de gomina en el pelo, su chaqueta de Scalpers dos tallas más chicas (o tres) que si se le salta el botòn, de ajustado que le queda, deja tuerto a cualquiera... Sus zapatos no limpios, sino limpísimos, porque para el miarma el fijador, los zapatos limpios y la corbata con un nudo modelo sillín de Vespa antigua son señas de identidad. La degeneración del señorito sevillano.

Me he acordado de los miarmas porque ha habido en Sevilla un como Congreso de Miarmas. Cuando cierto torero mediático celebra sus bodas, ora por lo civil, ora lo religioso, ora por lo militar (que estará al caer en cuanto cierre la exclusiva), se produce una importante concentración de miarmas. Todos los miarmas van a sus casamientos. ¿A partirse la camisa, como cantaba Camarón? No precisamente, sino a lucir la camisa carísima, ya de Javier Sobrino, ya de Galán, porque el miarma suele vestir tela de clásico.

¿De qué vive el miarma, a qué dedica el tiempo libre? Pues a las más diversas ocupaciones. Al paro, entre otras. El paro (no doblarla) ha sido desde antaño ocupación fundamental del miarma, que apego al trabajo no suele tener mucho. Como aquel histórico miarma al que apodaron Masteduro, porque cuando su mujer, riquita, le dejo ante unos amigos que por qué no se buscaba un trabajo, le respondió:

-- Es que así más te duro, cariño...

Hay miarmas médicos y miarmas abogados. Muchísimos miarmas abogados. Más que botellines. Y miarmas que venden cosas: coches, pisos, maquinaria agrícola. De todo. ¿En las cofradías, dice usted? Las cofradías están llenitas de miarmas. Y hay toreros miarmas, y ganaderos miarmas. Y músicos miarmas. Y flamenquitos miarmas. Y grupos musicales miarmas. ¿Concejales miarmas? Tela. Y directivos del Sevilla y del Betis completamente miarmas. Y hasta presidentas de la Junta que cuando trianean se ponen absolutamente miarmas.

Lo que no sé es dónde encasillar gramaticalmente la palabra, si es nombre o adjetivo. Quizá sea ambas cosas. Y califica no sólo a personas, sino a cosas. La Feria es una fiesta bastante más miarma que la Semana Santa. La vertiente miarma de fiesta religiosa es más bien El Rocío. Pero, a pesar de ello, hay cofradías miarmas, y bandas miarmas, y capataces miarmas, y costaleros miarmas, y saeteros miarmas, y salidas miarmas, y entradas miarmas. Hay bares miarmas, restaurantes miarmas, tapas miarmas. Bebidas miarmas: la Cruzcampo de tanque de salmuera es la bebida miarma por excelencia. Y hay tiendas miarmas. Y calles miarmas. La Plaza de Santa Marta es lo más miarma que se despacha. Por eso algunos sevillanos nunca entramos en la Plaza de Santa Marta, miarma.

Segunda parte de este artículo, "El Perfecto Miarma

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