ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 11 de septiembre de 2014                 
                                
 
De Santander a Sevilla
 
Las corbatas rojas están de negro. Ha muerto don Emilio Botín. Las corbatas rojas son como el uniforme civil de los empleados del Banco de Santander, que es como en Sevilla le hemos llamado siempre. Se escribe "Santander", pero se pronuncia "Banco de Santander". Cómo será de previsora la historia de Sevilla que, sabedora de lo que iba a hacer don Emilio Botín, hasta le puso una calle al Santander. A la entidad que resultaría de la absorción del Banco Hispano Americano y del Banco Central: la calle Santander, que perdió tantas cosas... Primero el Bodegón Torre de Oro y el Garaje Torre del Oro de los hermanos Sánchez Ramade. Después, el bar de los caracoles de Manolo González, con su caracol gigante hecho de esparto y su soloncito con los azulejos de los refranes de la guasa. Por perder, hasta perdió los Talleres Chaves, donde traían a reparar las motobombas changadas de todos los pozos de todos los cortijos.

De la obra bancaria de Botín nos podemos dar cuenta mejor que en ningún sitio en Sevilla, y les voy a llevar de la mano por el callejero de la memoria para que la valoren. Ya nadie lo recuerda, pero antes de las fusiones hubo un tiempo en que mandaban en la economía patria los Siete Grandes de la Banca: Banesto, Central, Bilbao, Vizcaya, Santander, Hispano Americano y Popular. De los siete grandes, el más chico era precisamente el Santander. Basta que recordemos los lugares que ocupaban en los tendidos de la plaza (que esto de llamar "la plaza" a Sevilla es de lo más bancario y torero que se despacha). El que tenía mejor sede era el Central, en la Avenida, en el edificio que antes estaba frente a otro extinto, el Banco Urquijo, y ahora frente a la FNAC, y a cuyas puertas canta por las mañanas El Charro de Triana. El Banesto ocupaba los bajos del edificio del Fénix, frente a Filella y al Arquillo. El Bilbao, en la esquina de la Plaza Nueva con Tetuán, con su partenón de columnas y todo. El Hispano ocupaba el solar de la Cárcel Real, de Sierpes a Entrecárceles. El Vizcaya estaba en la calle Sierpes, pedazo de sede. El Popular, en la calle Rioja. Y el Santander era un localito de planta baja en la calle Tetuán, en la esquina de la calle Rosario, frente a donde José María Busto, el portero histórico del Sevilla F.C. puso su tienda de discos y transistores: Radio City. En aquella Sevilla en que los bancos eran sus directores, y el Urquijo, por ejemplo, era el señor Martín Maroto, el Santander era don Modesto Cañal Herrero-Velarde, que escribía de economía los domingos en estas páginas de ABC.

Si pensamos en aquel mapa bancario de Sevilla nos daremos cuenta como en un laboratorio de la labor de Botín. El que heredó de su familia montañesa era el más pequeño de los siete magníficos, de los siete grandes. Con su trabajo, su intuición y su esfuerzo lo colocó en cabeza de la tabla de multiplicar activos. Visto con esa perspectiva y contemplado desde lo alto de la pirámide del local donde trabajaba un banco era como su director, modesto, Modesto Cañal, don Emilio se quedó con el gran edificio del Banco Central donde canta El Charro trianero. Y con cuanto bancario existe bajo el pájaro de bronce de La Unión y el Fénix. Y con el cervantino Hispano Americano tan de la Cofradía de la Bofetá, que era todo un símbolo: el ventanillero del Hispano que te devolvía la letra del Seiscientos era de la Bofetá, ¿no iba a serlo? Hubo un tiempo en que el invento de Botín se llamó "Santander Central Hispano". Le sumó luego otro más de los siete: el Banesto. Menos el Popular y el actual Bilbao-Vizcaya, todo cuanto eran aquellos Siete Grandes es ya la obra bancaria de Botín.

Por eso cuando paso por la calle Tetuán y en la esquina de la calle Rosario y miro la primitiva oficina del Santander de Modesto Cañal me acuerdo del chiste del que vio en el Vaticano a un cardenal montado en un Rolls Royce y pensó que todo había empezado en Jerusalén y con una burra. Todo esto por lo que hoy lleva luto la corbata roja corporativa que me mandó don Emilio un día con un tarjetón manuscrito dándome las gracias por un artículo elogioso que le escribí, empezó con Modesto Cañal frente a donde Busto el portero del Sevilla nos vendía los discos del Dúo Dinámico.

 

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