ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 9 de octubre de 2014                 
                                
 
¿Protestar Sevilla?

 

Quienes no fueron el otro día al Aula de Cultura de ABC al muy flamenco "vamos a escuchar" a Curro Romero y a Marina Heredia, no saben lo que se perdieron. Un recital de sabiduría a cargo del Faraón, al que hay que seguir tirando, como tal se fizo, ramitas de romero. Ahora es cuando Curro destapa el tarro de sus esencias de verdad. De sabiduría. Curro, que es ya un personaje mítico, habló allí, incitado por el eficaz capote a una mano de Alberto García Reyes, de otros mitos andaluces que conoció y trató: Caracol el del Bulto, su hijo Manuel, El Beni, Picoco... Picoco fue el heredero de una saga gaditana única: la de Pericón, El Cojo Peroche e Ignacio Espeleta. Genios del embuste y de la gracia. Curro también habló de otro grande que conoció, y Marina Heredia agradeció cuánto la ayudó en sus comienzos: Chano Lobato. Otro genio. Otro grande de Cádiz. ¿No hay Grandes de España, que son títulos, maestrantes y esas cosas? Pues en la Cuna de la Libertad hay Grandes de Cádiz, que llevan las coronas de la gracia con los cinco florones de la ojaneta de la Caleta y tienen probados los cuatro apellidos de los embustes gordos de Pericón.

Y cuando citaban allí a estos personajes y a Chano, me acordé del libro único e irrepetible de sus "Memorias de Cádiz" que le escribió Juan José Téllez en 2003. Chano como evangelista y revelador de la verdad gaditana de los embustes de Ignacio Espeleta, inventor del tirititrán de las alegrías como la máxima falsedad. Cuenta Chano con la pluma de Téllez lo de aquel hermoso borracho que olvidó la letra de las alegrías y tuvo que improvisar por primera vez el tirititrán en el espectáculo de "Las Calles de Cádiz": "La cosa es que Espeleta --cuenta Chano-- tenía una borrachera muy grande. Todo el mundo, cuando escuchamos cantar por alegrías ese tirititrán, tirititrán, dice ahora que si era una salida de cante, que si era una salida de las alegrías, dicen los flamencos... Bueno, eso fue una borrachera que cogió Espeleta en la compañía que llevaba Ignacio Sánchez Mejías, que era el productor, y que protagonizaba La Argentinita. Entonces, en una de esas borracheras que cogía Espeleta que llegaba al teatro ciego, una fue tan grande que él cantaba "Las Calles de Cádiz". Sonaba una guitarra, él estaba de zapatero y aparecían La Malena y La Macarrona, que eran dos bailaoras prodigiosas. Llegaba La Macarrona con su niño, que era Gineto, le cantaba Ignacio por alegrías y ella rompía a bailar. Aquella vez tenía una borrachera tan grande, tan grande, que Espeleta no veía la zapatería ni nada. Sale La Macarrona, escucha la guitarra, dale que te pego bailando y no tenía letra, no la recordaba. Y como no podía vocalizar ya, tenía que decir lo de "Llaman la atención dos cositas tiene Cádiz...", soltó lo de "torotrontón, titirití, trontontrón". Salió eso y, a partir de ahí, nosotros toda la vida cantando por alegrías lo de tirititrán como comienzo de las cantiñas".

El embuste máximo en forma de tirititrán. Un Espeleta que deslumbró a García Lorca. En "Teoría y juego del duende", Federico lo describe "hermoso como una tortuga romana" y cuenta que le preguntaron una vez:

-- Ignacio, ¿tú en qué trabajas?

Y Espeleta, como un rey tartésico destronado, respondió con toda dignidad:

--- ¿Trabajar yo? ¡Yo soy de Cádiz!

Óooole. Me acordaba en el Hotel Alfonso XIII la otra noche de los personajes de este mundo evocado por Curro Romero y encontraba allí la clave de esta Sevilla nuestra de perfil plano, a la que todo le da igual. Tragona, cobardona y falsa Sevilla que aguanta carros y carretas, donde son excepción los vecinos valientes que se levantan en protestas, como ahora los de La Alfalfa, a los que aplaudo en su lucha contra esa borrachería callejera sin arte ninguno y sin ninguna gracia a la que llaman botellón, donde ni se cogen papas simpáticas como las de Espeleta ni ná. En Sevilla pasan tantas cosas y contra Sevilla hacen tantas perrerías la Junta y el Ayuntamiento que la gente debería protestar, echarse a la calle, armarla, meterle fuego a algo. Y No Passsa Nada. Claro que al modo de Espeleta, podíamos preguntar al sevillano fastidiado y puteado, pero corbardón, falso y tragón:

-- ¿Y usted por qué no protesta?

Y nos respondería:

-- ¿Protestar yo? ¡Yo soy de Sevilla!

 

 

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