ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 27  de febrero de 2015                 
                  
 
Hoy es Vigilia
 
Hoy me sale ese tabernero que muchos sevillanos llevamos dentro y que algunos, desgraciadamente, han tenido que sacar fuera para poder salir a flote, poniendo un bar cuando han hecho regulación de empleo en su empresa, se han quedado sin trabajo, y con el dinero que les han dado han montado el negocio en un local con poquita renta, y se han tenido que poner la mujer en la cocina y él y su hijo, que no le gusta estudiar, en el mostrador. Hoy me sale ese tabernero como a Sevilla esa Cuaresma que ya le chorrea por las esquinas. En las que, como en la Puerta Carmona, en la esquina de San Esteban con Tintes y con el asador de pollos de la calle Mosqueta, pone de pared a pared el mejor pregón de Semana Santa que nunca se haya escrito, una pancarta con una sola palabra: "Capirotes". Es la más honda y sevillana pancarta de manifestación que nunca se haya visto. Que venga mi querido Don Juan José Asenjo y me corrija y me diga que estoy diciendo una herejía, pero para mí que esa pancarta de los capirotes es como la manifestación de la fe de la ciudad en la Pasión y Muerte de Cristo. Como esos balcones del cielo en los que creemos son la vida eterna, y ayer Paco Robles mentaba el que alquilan El Gordo Penitente y Manolo Santiago, y donde le hacen un sitito a Rafael Franco, y a Vicente Pérez Caro, y a Manolo Bejarano, y a Manolo Adame, y a Paquito Quesada, y a Ariza el Viejo, y a los Rechi, para ver desde allí cómo andan esos palios y esos misterios suben la Cuesta del Bacalao.

-- ¡Menudo balcón, usted! Ni el de Manuel Torre cantando una saeta a la Esperanza en el poema de Juan Sierra...

Esa pancarta de "Capirotes" forma parte de los signos de la adivinación del gozo. Ayer, muy de mañana, por el teletipo de las amapolas, el profesor José Vallecillo (que mantiene viva la llama del recuerdo de don Manuel Halcón) anunciaba que estos fríos mañaneros barruntan ya naranjos en flor. Está a punto de brotar la primera blanca y olorosa flor esperada en un humilde naranjo callejero de Sevilla, el árbol que da la más insólita cosecha del reino vegetal: versos. No, los naranjos de Sevilla no sólo dan guachintonas agrias y olorosas flores blancas. Dan, sobre todo, versos. El día que el Ayuntamiento saque a concurso la cosecha de versos de los naranjos de Sevilla, ni Juanito Abelló va a tener dinero para poder pagarla.

Y mientras sí y mientras no, el Real, Ilustre, Antiguo y Excelentísimo Gremio de Taberneros de Sevilla saca ese cartel y lo cuelga ante el mostrador: "Hoy es vigilia". Óle por los hosteleros que sacan hoy ese cartel y se lo cuelgan al alma de la ciudad. Óle por el viejo cartel clásico y precursor que pone Ochoa en la calle Sierpes. Óle por la pizarra de Casa Ricardo, donde los nervios de la vísperas escriben "Hoy es vigilia" con la tiza del mejor verso de Ovidio (que es de la casa), y van contando la larga brevedad de los días que faltan. Óle por esos nuevos bares de los barrios que al poner el viejo cartel de la vigilia se colocan en todo el centro, en La Venera del alma de Sevilla.

Vigilia... En sevillano se escribe abstinencia de carne, pero se dice vigilia. ¿Qué es la mejor cocina sevillana, sino la comida de vigilia? Esas penitenciales y cuaresmales espinacas con garbanzos, donde todavía no hay ningún garbanzo negro, de ruán y esparto, porque aún no sacado la papeleta de sitio. Y ese glorioso bacalao, en sus mil ingeniosas y devotas advocaciones: el pavía de bacalao, las tortillitas de bacalao, las croquetas de bacalao, el bacalao frito y el latino y lutúrgico Bacalati con Tomati, al que Sevilla hasta le dedicó una muy cofradiera Cuesta y le puso su teleósteo monumento en la esquina de Placentines. Que el Padre Cue dijo que parecía que la había rasgado una saeta, pero se le olvidó añadir que en esa esquina del Bacalao siempre es vigilia. Como siempre es vigilia en El Rinconcillo, todos los días del año yo soy feliz con mi gente de los pavías y las espinacas y el recuerdo de Carlitos el camarero. Vigilia... Vigilia de abstinencia, pero también vigilia de vigilancia. De no quedarse estroncaítos como los apóstoles de Montensión. De estar bien despiertos en esa continua tercera imaginaria en que Sevilla se imagina que ya ha florecido el primer naranjo y que ya está aquí esa luz. Porque hasta el frío de la mañana lo está barruntando.

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