ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 6 de abril de 2015                 
                                
 

Chusmódromo y Arenal

Ea, ¿no quiere usted duales de Sevilla, la ciudad de las dos caras del Jano de la fuente del patio de la Casa de Pilatos y la que tiene como símbolo una veleta, cual la Giralda, de cobardona, tornadiza y acomodaticia que es la puñetera? Pues aquí lleva usted cuarto y mitad, bien despachaítos. Los duales que queremos contemplar hoy no sé si son los gozosos o los dolorosos. O el paso de los dolorosos de la Semana Santa (hogaño dolorosísimos en la Madrugada) a los gozosos de los toros y la Feria. Que ya está aquí. Estos dos hemisferios de Sevilla que tuvieron ayer su ecuador con el Resucitado suele resumirlos el Ayuntamiento en un plural: las fiestas. Hay una Delegación de Fiestas y hay un cartel de las fiestas. No, la Delegación de Fiestas no se llama así porque los cofrades y los feriantes larguen fiesta contra el multiusos Gregorio Serrano, no. Se llama así por ser la que se ocupa de Semana Santa y Feria. Las fiestas... Es decir, de todo lo que ya está en Sevilla desmadrado y sacado de quicio y de medida. Esto, señores, se nos ha ido de las manos. O a lo mejor es que no queremos tenerlo entre las manos, en cuyo caso retiro lo dicho: ancha es Castilla, ancha es Sevilla y que salga el sol por (la Venta de) Antequera.

Hablo de la Semana Santa y hablo de la Feria. El problema ya no es la masificación: es la chusma. Dice Eusebio León que Las Setas son el Chusmódromo de Sevilla. ¡Bingo! Monteseirín se gastó el dinero que no tenía en hacer ese graderío donde todo antisistema tiene su asiento y todo podémico, su imperio. Cuentan que las carreritas de la Madrugada comenzaron por una bronca en el Chusmódromo. Las carreritas de la Madrugada... ¿No les suena ya a algo tradicional? A este paso serán tradicionales de la Madrugada, a saber: los armaos de la Macarena, los calentitos del Postigo y las carreristas provocadas por la chusma, este San Fermín de la gentuza que en Las Setas tiene su abono, como otros lo han en los toros. Igual que hay aficionados de solera abonados a una barrera del 3, hay radicales de cinco estrellas gran lujo con primera fila de graderío en Las Setas. En el Chusmódromo. En la plazatoros está el Palquillo del Aero, ¿no? Pues en el Chusmódromo está el Palquillo de Podemos. Dos Sevillas frente a frente.

El problema de las fiestas es que Sevilla tiene ya población y turismo visitante como para llenar no una sino cuatro o cinco Semanas Santas. Y para abarrotar seis o siete ferias. Hay listas de espera para tener caseta de Feria, ¿no? Pero no hay listas de espera para tener sitio para escuchar El Silencio en la calle Francos. Ni para salir de nazareno. Lo de laa sillitas chinas es como si cada cual, en la Feria, pudiera poner una tienda de campaña Quechua de Decathlon a modo de caseta donde le saliera de los cojones. Ese es el problema gordo de la Semana Santa: ha muerto de éxito. La inflación del número (insufrible) de nazarenos y de gente (y gentuza) en las calles. Y el problema de la Feria, que por la noche es ya un Chusmódromo del que se retiran pronto las personas normales. Es la ya clásica Feria de las peleas y los navajazos, como la ya tradicional Madrugada de las carreritas.

En las fiestas de Sevilla ya no cabemos. Antes la Semana Santa era la ciudad soñada. Ahora es un horror: la bulla se hizo masa y habitó entre nosotros. Ahora la ciudad soñada es la plaza de los toros. La plaza del Arenal sí sigue conservando en los toros el canon de la perfección y de la medida que la ciudad perdió en sus fiestas. Están los que tienen que estar y como tienen que estar. Ni siquiera hay Chusmódromo de un Tendido Siete de pañuelos verdes como en Las Ventas. Todo es perfección y medida. Ese rito y esa regla que en la Semana Santa sólo encontramos ya en el poema de Rafael Montesinos siguen vivos y vigentes en la plaza del Arenal. Antes, para soñar Sevilla, me iba a ver cofradías. Ahora, para soñar Sevilla, saco una Sombra Alta de la plaza de los toros. "Siempre nos quedará El Arenal·, habremos de decir, como en Casablanca. Pero Casablanca la bodeguita, ¿eh?, qué Humphrey Bogart ni qué niño muerto...

 

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