ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 5 de octubre de 2015                 
                                
 

Va por tí, Rafa Serna

Venga, Niño Ricardo (Ríos), ponme la cejilla en Bakunin que vamos a echarnos un cante por Marinaleda: "La tierra para el que la trabaja y el Pregón de la Semana Santa, para los poetas". ¿Se imaginan a Rafael Laffón operando una apendicitis? Por no salir de los Rafaeles: ¿se imaginan a Montesinos defendiendo en el juzgado a un ratero? Bueno, pues aquí nos hemos hartado de escuchar a médicos y abogados metidos a poetas y recitando versos horrorosos en el famoso atril. Atril, a estos efectos, suena a detergente: "Atril lava más blanco". Y hace poeta a todo el que sin tener puñetera idea de Literatura se atreve a dar el Pregón rimando "Macarena" con "pena". ¿Con qué la va a rimar el pobrecito mío, si en su vida se ha visto en otra?

Por eso me he alegrado no mucho, sino una jartá (áurea medida sevillana del contento) con el pregonero poeta de este año. Se escribe Rafael González-Serna Bono, pero se pronuncia Rafa Serna. Y si quieren compartir mi alegría, tomen la música del himno que le escribió a nuestro Glorioso Betis y canten conmigo: "Óle, óle, óle, Serna, olé..." No me creo, sin embargo, que lo hayan nombrado pregonero. Rafa Serna ya era pregonero desde que su madre lo parió. Desde que escribió las más hermosas coplas que el pueblo canta y que no se le nota en la mirada siquiera que sean suyas, cumpliendo la máxima de Manuel Machado. A Rafa Serna lo conoce media Sevilla y todos sabíamos que era una injusticia que no diera el Pregón; pero el caso es que a los cuentanazarenos de la calle San Gregorio que lo han nombrado ahora no los conoce nadie.

Poeta. Poeta popular. Popularísimo. Me encanta que el Pregón vaya por el montesinesco camino más corto para herir los sentimientos de Sevilla: de la poesía culta de Lutgardo García leyendo el año pasado ante gente sin paladar un hermosísimo libro de poemas, "El tiempo vivido", a la poesía popular de Rafa Serna. Que yo creo que puede ser el primero que suba con una guitarra al relamido atril del Domingo de Pasión (y de Gran Poder). Y si no lo haces, Rafa, es que ni eres Rafa Serna ni eres ná: tienes personalidad y arte para eso y para todo lo que te salga de tu alma de artista y de tu sangre verde.

Para mí Rafa Serna es como de la familia. Descendiente de grandes amigos de la mía. Conozco a su familia mucho antes que sus padres fueran novios. Para mí es de aquella familia González-Serna de las mudanzas y de la tertulia cofradiera en su oficina de frente al Teatro San Fernando. Para mí es el nieto de Adolfo Bono Janeiro, el zapatero presidente del Sindicato de la Piel, el de las tres B, Las BBB, en Santa María la Blanca y en los soportales del Salvador. Para mí Rafa es el marido de Magdalena Mesa Lirola. O sea, el yerno de Pepín Lirola el del Zafarrancho Vilima, el mejor alcalde de carretas que ha tenido El Rocío del Salvador. Es el nieto político de Pepe Mesa, el gran sevillista y gran hermano de Pasión que tenía su tienda de ropa hecha en la Alcaicería: el hule de aquellos capotes de agua colgados en la muestra del comercio, las chambras de patén en el escaparate. Y como el mundo de la poesía es un pañuelo, Pepe Mesa estaba casado con la bellísima Pepita Puyana, roteña. ¿Y saben cómo se llamaba la suerte de tierra que su familia tenía a la orilla de la playa de Rota, donde luego se hicieron un chalé? Pues precisamente como se titula un libro de poemas de Lutgardo, el antecesor de Rafa en el atril pregonero: "Viña Perdida".

Yo en aquella Viña Perdida de los Mesa y los Puyana en Rota encontré de niño, en la lejanía de la mar, la belleza de Cádiz. En esta Viña Perdida por Lutgardo en la sierra de Aracena y hallada por Rafa Serna en sus popularísimas canciones y versos, he encontrado que la ingrata Sevilla, de vez en cuando, hace justicia a sus mejores hombres. Así que sólo deseo dos cosas, políticamente correctísimas ambas por la igualdad de género: que Rafa Serna corte las dos orejas y el rabo en "el" Maestranza. Y que su torero hijo Rafita (que se ha tenido que ir a México a abrirse camino, como otros de su generación a Alemania o a Inglaterra), salga este año otra vez por la puerta grande de "la" Maestranza. Y que se mueran los feos, Rafa. ¡Viva la vida! Y óle, Serna, óle, olé...

 

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