ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 26 de julio de 2016               
                             
 

Aquí estaba...

Este artículo me lo da hecho mi primo Juan Antonio Morales Burgos, puro Barrio de la Feria de mis abuelos, que vivían en un corral de Pedro Miguel; hermano de la Amargura (cualquier cosa); que vivió de niño, huérfano de madre, la triste emigración a Alemania de los 60; que luego repartió en Cádiz esas piezas de pan únicas en el orbe a las que llaman "manoletes"; y que, definitivamente vuelto a Sevilla, dedicó su vida laboral a Emasesa. Sí, la de la nuestra maravillosa agua del grifo, que echo a pelear con la mejor mineral embotellada por los franceses de Vichy. Usted creerá que, siendo jubilado de Emasesa, mi primo me ha comentado el artículo que dediqué a mi bebida preferida: un buen vaso de Marqués de Melonares, como otros piden una copa de Marqués de Cáceres, de Marqués de Murrieta, o de Marqués de Griñón: hijos míos, si medio elenco de títulos del Reino está en las etiquetas de las botellas de tinto...

Usted creerá eso, que mi primo, como tantos que dedicaron su vida a la Emasesa del agua de bebemos, me comentó mi articulo sobre el ya mentado Marqués de Melonares, familia del Conde del Gergal, del Duque de la Minilla y sus preciados líquidos sin embotellar. Pero no. Mi primo me comenta lo de La Alicantina. Y me da hecho este artículo al decir que cuando paseemos por Sevilla todo será un "Aquí estaba". Iremos diciendo: "Aquí estaba La Alicantina, aquí estaba Casa Ruiz, aquí estaba Félix Pozo, aquí estaba Angelito Casal con sus bolsos y luego iba a sentarse en un velador de La Reja, que puede que cuando pasemos por allí un día tampoco esté..."

Hagan la prueba, entrando por Sierpes hacia La Campana desde la Plaza. Todo se les irá en pensar o en decir a sus hijos, si va con ellos: "Aquí estaba el verdadero Bar Laredo, antes que hicieran este mamarracho con lámparas cúrsiles de Murano y azulejería absurda, cargándose una obra maestra Art Decó de Juan Miguel Sánchez... Aquí estaba Segundo el anticuario, el del anuncio por la radio: "Segundo no negociará con usted, usted negociará con Segundo"... Aquí estaba la primera tienda que abrieron Los Luchinos. Aquí estaban Los Corales, donde Belmonte hacía tertulia con don Luis Bollaín y le iba dando a Rafael el Gallo cinco duros diarios de lo que recaudaron en aquel festival a su beneficio que se hizo en Sevilla, porque si se lo daba todo de golpe, se lo gastaba en un momento... En esta esquina estaba Herrera el de las plumas, las estilográficas Parker... En la de frente estaba la Casa Underwood, donde enseñaban mecanografía. Aquí estaba la librería de Don Tomás Sanz. Aquí estaba la armería de Los Eibarreses. Aquí estaba el Pasaje Andaluz de los hermanos Sampedro, luego famosos como ganaderos de bravo. Aquí estaba la Joyería Ruiz, donde Ricardo Roldán, promotor del asociacionismo patronal de los comerciantes de Sierpes, le rendía culto diario a San Fernando en la plata de sus escaparates..."

Esto es, que no hemos llegado a las Cuatro Esquinas de San José y ya hemos visto, con la frase de mi primo, que lo que entendíamos por Sierpes en este primer tramo, antes del Senatus (Senatus Populusque Hispalensis, naturalmente), ya no existe. Que Sierpes es el recuerdo de Sierpes. Lo demás no es silencio, como en la cita de Shakespeare. Lo demás es franquicia. Parece que estamos recitando los "ubi sunt" medio latinos de las Coplas no de las chirigotas sobre los manoletes que mi primo vendía en Cádiz, sino de Jorge Manrique a la muerte de su puñetero padre: "¿Qué se hizo el rey don Joan? /Los infantes d'Aragón/ ¿qué se hizieron? /¿Qué fue de tanto galán,/qué de tanta invinción/ como truxeron?". Yo me acuerdo, de niño, ir de la mano de mi padre por la Plaza del Duque, donde empezó a trabajar como aprendiz de sastrería en los Almacenes Fernández y Compañía, y me iba diciendo: "Aquí estaba La Vinícola, donde yo escuché por una ventana cantar a Manuel Torre en un reservado una mañana antes de entrar al trabajo... Aquí estaba el Teatro del Duque... Aquí estaba el Petit Café"... Debe de ser nuestro sino, primo Juan Antonio: que siempre nos vayamos haciendo el eterno "ubi sunt" del "aquí estaba", en este manto de Penélope al que llamamos Sevilla. Y un día dirán: "Aquí estaba Sevilla. Murió de su sobreexplotación turística y víctima de las franquicias".

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