ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  6 de septiembre de 2016
                             
 
Donde esté... 

Esté "donde esté" no es el que se estila en los obituarios, necrológicas y pésames, y que no sé a usted, pero a mí me pone de los nervios. Cuando hablan de alguien que acaba de fallecer, la moda de los progres, agnósticos y asimilados es decir:

-- Que descanse, donde quiera que esté...

¿Pues dónde va a estar, carnes mías? En el Cielo, porque era un santo. O en el Infierno, al que habrá ido de patitas, porque era más malo que la quina. No, no es ese "donde esté" agnosticón y negador de la vida perdurable (amén) al que me quiero referir, sino a otro, si cabe, todavía peor: al del sevillano viajando por el extranjero. Fue Manuel Ferrand el primero que me advirtió del espanto del sevillano sevillanísimo que ejerce de tal, y encima dándoselas de gracioso, cuando viaja por el extranjero. Fue Manuel Ferrand con Consuelo su mujer a Londres, cuando casi nadie iba a la capital británica, en un viaje de grupo organizado desde aquí desde Sevilla. Y le tocó todo el viaje padecer a una sevillanita de las del "donde esté". Le dio el viaje. ¿Qué iban a la Torre de Londres y les explicaba el guía aquellas murallas de la fortaleza? La sevillanita saltaba:

--- Sí, pero donde estén las murallas de mi Macarena, que se quiten todas las de Inglaterra...

¿Que iban a ver la torre del Big Beng y el guía les explicaba la grandeza del edificio? La sevillanita saltaba:

-- Sí, pero donde esté mi Giralda de mi alma, que se quiten todas las torres del mundo...

Hasta comiendo le dio el viaje a Ferrand. Entraron en un pub típico, donde pidieron el "fish and fish". Y tomándoselo estaban en paz y en gracia de Dios cuando la sevillanita del sevillaneo lamentable exclamó, naturalmente:

-- Este pescado está muy bueno, y las patatas tampoco están mal. Ahora, que donde esté ese papelón de pescao y esas papas fritas de La Isla, que se quiten todos los pubs de Londres...

Por eso, si tienen pensado hacer un viaje en grupo al extranjero, les recomiendo que se aseguren que no van sevillanos en la expedición. Se exponen al desprecio de las mayores maravillas del universo. A mí me ha ocurrido. En la Plaza Roja de Moscú he tenido que escucharlo en boca de un sevillanito insoportable. El sevillano ombliguista viajado es la peor y más inaguantable especie del personal hispalense. Todos muertos de frío, con los gorros de orejeras y siete mil chalecos uno encima de otro en esa Plaza Roja de Moscú, y el sevillanito ombliguista de turno que salta:

-- Todo esto está muy bien, lo de los zares y luego lo de los comunistas de cuando esto era la URSS... Ahora, que donde esté esa Plaza de España con sus barcas, su ría y sus coches de caballos, que se quite la Plaza Roja.

Sí, el "que se quite" es el complemento reglamentario del "donde esté". En el alto observatorio del Empire State de Nueva York lo he padecido. Servidor allí endiquelando el paisaje, y el sevillano que te reconoce y se quiere hacer el gracioso contigo:

-- Don Antonio, ¿a que donde esté la vista desde la Giralda, con esa plaza de toros al fondo, que se quite el Empire State?

Si pudiera, este tipo de sevillano más cateto cuanto más viajado quitaba el Nilo y las pirámides y ponía el río y la capillita del Carmen. Quitaba la Gioconda y ponía la Virgen de la Servilleta. Quitaba San Marco de Venecia y ponía la iglesia de San Marcos. Son los sevillanos que iban en la cuadrilla de la temporada americana de Belmonte y que retrató Chaves Nogales; no quitaban de sus relojes la hora de Sevilla y mirando el peluco comentaban:

-- Pues ya tienen que estar friendo pavías en Triana...

O la genial respuesta de Garmendia a la pregunta de Carlos Herrera a la vuelta de un viaje a Nueva York:

-- ¿Que qué me ha gustado más de Nueva York? ¡Venirme pá Sevilla!

Yo creo que ahora en verano la gente viaja tanto no por conocer el extranjero, sino para valorar más a Sevilla. Y eso que Sevilla está como está. Anda que si estuviera como tenía que estar...

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