Leo en una hispalense gaceta un titular que dice: "El puerto pone en marcha la primera zona franca fluvial de España". Cualquiera que escuchase por la radio ese titular entre las noticias del día, como en la radio no se advierten las mayúsculas y minúsculas, seguro que pensaría:

-- ¡Anda con El Puerto de Santa María, el partido que le está sacando al río Guadalete! Todo sea en compensación por el hundimiento del Vaporcito del Puerto, "cuando en ti me embarco, cuando en ti navego", que ya ni me embarco, ni navego, ni ná de na: ya es catamarán de catamaranes y todo catamarán.

Y me recuerda esa confusión entre el puerto y el muelle la historia anónima y divertidísima de lo que escribía un fingido detective vasco, un tal Mikel, sobre su inventada visita a Cádiz y que circuló muchísimo en los albores de Internet. Al tal Mikel le sorprendía que en Cádiz los hombres se llamaran todos entre sí tomando la parte por el todo: "picha". Y las señoras, lo mismo: "Chocho". Y le asombraba aún más al Mikel de ficción que las mujeres llamaran "pichas" a los hombres, y los caballeros "chocho" a las señoras, sin que nadie se enfadase. Pero cuando no comprendió nada de nada Mikel fue cuando tomó en el Hotel Playa un taxi para ir a recibir a un amigo que venía en el "Sister", el buque-correo de Canarias. Le dijo al taxista que lo llevara al puerto y le asombró que cogiera la Avenida, atravesara la bahía por el Puente Carranza, llegara al Trocadero y siguiera tierra adentro. Extrañadísimo con el paisaje nada marítimo y mucho menos portuario de los pinares, le dijo al taxista:

-- Oiga, ¿por aquí está el puerto donde arriba el ferry de Canarias?

El taxista, muy serio, le contestó:

-- No, el ferry de Canarias llega al muelle, a la Estación Marítima. ¿Pero usted no me ha dicho que lo lleve al puerto? Pues al puerto lo traigo a usted: al Puerto de Santa María. Si iba usted al barco de Canarias, haberme dicho que quería ir al muelle, joé.

Aquí en Sevilla cabía antes ese equivoco. Sevilla, que era el único puerto fluvial de España, no tenía tal puerto: tenía muelle. Puerto era el nombre oficial: "Junta de Obras del Puerto". Pero al puerto de Sevilla nadie lo llamaba así: le decían El Muelle. Las cuadrillas de costaleros (profesionales) no salían del puerto: venían del muelle. Puerto solamente había uno, en la orilla trianera del río: el Puerto Camaronero, donde las cigarreras embarcaban en las falúas para cruzar el río e ir a la Fábrica de Tabacos, antes que hicieran el Puente de San Telmo. Los demás eran todos muelles. En denominaciones que llegan a nuestros días: Muelle de la Sal, Muelle de Nueva York, Muelle de las Delicias... Muelles ya sin actividad portuaria. El auténtico puerto se ha ido aguas abajo y nos da dejado en Sevilla los muelles, transformados simbólicamente para la gran industria de nuestra hora: el turismo. Salvo el "Luna de Sevilla" y los otros barcos turísticos, en los muelles, aguas arriba del Puente de las Delicias, no se ve un buque; apenas los yatecitos del Náutico y esos cruceros con los que Zoido sacaba tanto pecho. Sevilla ya no vive del muelle, como vivía El Arenal entero, lleno antaño de consignatarios de buques y tiendas de efectos navales. El muelle se ha transformado en la parte fluvial del parque temático en que estamos convirtiendo a Sevilla. A la próxima inguración de los antiguos "Bajos del Marqués del Contadero" me remito. ¿Zona Franca? Eso no es del muelle de Sevilla. Como diría el taxista gaditano del vasco Mikel, eso es el puerto. Y que no se enteren los de la Memoria Histórica que a esa futura fuente de riqueza le dicen Zona Franca, no vayan a creerse que se llama así por doña Carmen Polo de Franco y vayamos a tenerla...

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EUSKERA FÁCIL GADITANO DIFICIL: la divertida historia de un detective vasco en Cádiz

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