ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 31 de enero de 2017
                               
 

De Sindicatos a hotel

Si me concede usted la merced de leerme, por lo que le doy las gracias como está mandado, tenga en cuenta que junto al motor de arranque de artículo está hoy conectado el Modo Ironía ON. Pues si dicen que la ironía no funciona en la Radio, en la Prensa, ni te cuento. Como se le vaya a uno la mano en la ironía, hay quien cree que está uno hablando completamente en serio, y a la postre resulta como un inmenso equívoco propio del Día de los Inocentes.

Conectado el mencionado modo irónico automático, para que no haya malentendidos, habré de decir que menos mal, hombre, van a hacer un hotel en el antiguo edificio de los Sindicatos en la Plaza del Duque. ¡Ya era hora de que alguien pensara en hacer un hotel en Sevilla! ¡La faltita que nos están haciendo en Sevilla nuevos hoteles y más camas turísticas, porque tenemos poquísimas y nuestros visitantes se tienen que ir a buscar habitación incluso a Carmona! ¿Por qué a nadie se le ocurrirá hacer un hotel en Sevilla y menos todavía reutilizar para ello cualquier edificio fuera de uso? Sería precioso, que Sevilla se llenara de nuevos hoteles, con nombres rimbombantes y a ser posible regios o nobiliarios, los que más gustan: "Hotel Palacio del Marqués de las Cabriolas", "Hotel del Barón de la Castaña", "Hotel Las Casas del Rey de Bastos"... Pero, nada, no hay forma: nadie se atreve a hacer un hotel en Sevilla y menos en un edificio rehabilitado. Y así está la ciudad, claro, que vas por el Barrio de Santa Cruz y no te encuentras ni un solo turista: ni un alma, como en la calle Mateos Gago, que no hay un solo bar más que el viejo Giralda. Y entras en la Plaza de Doña Elvira y no hay allí ni un solo velador, sino que todo es silencio y rumor de fuente, como en un poema de Alejandro Collantes, que tenía su casa al lado, en la calle Gloria. Habría que hacer algo para traer turistas a Sevilla. Para que, por ejemplo, pudieran visitar la Catedral, que llegas a sus puertas abiertas de par en par, todas, La Campanilla, la de San Miguel, la de los Palos, y no te encuentras ni un solo turista, con los tesoros que la Magna Hispalense encierra. Es como lo de la Avenida. ¿Por qué no hay ningún hombre-estatua en la Avenida, con el sabor sevillanísimo (por las que hilan) que le daría a aquello un tío haciendo de camarero tumbado, con su bandeja y tó; y otro vestido de cabra salvaje asustando a los peatones con sus gritos; y alguno metido dentro de una mesa camilla con tres cabezas, que nadie sabe cuál es la de verdad; y otro de escultura de tenista en color plata? Eso le daría a la Avenida ese sabor sevillanísimo que hoy por hoy le falta, que sólo tiene con cosas tan nuestras como el tranvía o el carril-bici.

Y ya sin cachondeíto ni ironías, bajados, ay, a la realidad de Sevilla, volvamos a lo del hotel en los antiguos Sindicatos de la Plaza del Duque. ¿Para esto se le cedió el patrimonio sindical histórico del verticalismo franquista a Comisiones Obreras, para que hicieran trueques y negocios como unos capitalistas cualesquiera? Si a usted le han adjudicado los antiguos Sindicatos Verticales, usted se queda allí y paga el mantenimiento del edificio, que para eso vive de las subvenciones del Estado, señor Don Sindicato. Edificio de los antiguos Sindicatos que hasta tiene su historia. En sus bajos, por ejemplo, funcionaba la emisora sindical verticalísima "La Voz del Guadalquivir", donde tantos profesionales de la radio o de la información se estrenaron, ¿verdad, Ignacio Martínez? Y la que hoy pasa por "Sala La Imperdible" no era tal, sino el salón de actos de los sindicatos de Pepe Solís, y escenario de muchos Consejos Económicos y Sociales, con sus presidencias y antepresidencias como a la rusa, a lo comité del PCUS, en el escenario ahora convertido en teatro. El edificio de Sindicatos, ay, se construyó sobre el derribo de dos templos de la gracia sevillana: el Teatro del Duque y la bodega La Vinícola, con sus famosos reservados para las juergas flamencas que tantas noches oyeron a Manuel Torre y a los grandes del cante. Hablando de La Vinícola y del cante: para mí que algo o alguien ha dado el cante con la conversión de los antiguos Sindicatos en un hotel. El cante o el pelotazo, vaya usted a saber.

 

 

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