ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla. 15 de junio de 2017
                               
 

¿Qué hacemos con el Corpus?

Cuando haya leído la pregunta del título, el cínico de guardia, cruzado en guasón, habrá contestado:

-- Pues muy sencillo: que Juan Espadas convoque un referéndum, como hizo con las fechas de la Feria.

No es tan sencillo, pero es muy indicativo del momento que vive Sevilla cuanto se está comentando de algo tan consustancial con la ciudad como el sentido de la medida. En la procesión del Corpus se ha perdido el sentido de la medida. Mejor que yo lo ha dicho mi admirado arzobispo, don Juan José Asenjo, que ha dado, como pedía Juan Ramón Jiménez, con la palabra exacta: "En esta procesión lo sustantivo no son [...] las sobreabundantes representaciones que en ella desfilan". "Sobreabundantes": óle. O si lo quieren en cifras, las que acertadamente daba ayer Javier Macías en su crónica de ABC: hubo hermandades que se presentaron en el Patio de los Naranjos con 150 parejas de cirios e incluso diputados de tramo, con palermo y todo; nada más que les faltaba la canastilla a algunos. ¿Usted sabe cuántas son 150 parejas de cirios? Pues lo que decía Macías: 300 hermanos, más que nazarenos llevan algunas cofradías. O cuatro veces más de los nazarenos que, desde la misma Catedral y desde el mismo Patio de los Naranjos, donde es una maravilla verla, saca la Cofradía del Cristo de la Corona.

Las hermandades tienen un mérito enorme con el Corpus, y falta a la verdad de la Historia quien lo niegue y no lo reconozca, como aquí hago. Las hermandades y muy especialmente las cofradías de penitencia salvaron el Corpus cuando languidecía, tras la grave indigestión de Concilio Vaticano II que sufrieron las tradiciones de la Iglesia de Sevilla. Hasta por la tarde salió un año el Corpus en tiempos de Bueno Monreal, porque se veía que aquello se perdía y se hizo el ensayo para salvarlo. Pero me parece que fue su eterno diputado mayor de gobierno, mi recordado don Juan Castro Nocera, el de la Pura y Limpia y la Carretería, quien lanzó el "a mí la legión de las cofradías" y las hermandades salvaron el Corpus. Las mismas que ahora, por "sobreabundancia", por pérdida del sentido de la medida, se lo pueden cargar. (Si es que no se lo han cargado ya.)

¿Cómo es la representación de cada cofradía en el Santo Entierro? El bacalao, cuatro varas y se acabó la presente historia. Así fueron siempre las representaciones cofradieras en el Corpus. Pero, claro, como hay tanto postureo en las hermandades y tanta gente con ganas de lucirse con el trajecito oscuro, la medalla y el saludo en la calle Francos:

-- Adiós, Manolo: mañana te llamo para lo que te dije...

Lo más paradójico y a la vez más indicativo de esta Sevilla que tenemos (y que es la que hay) es que en el Corpus hay ya más gente yendo en la insoportablemente larga procesión que público viéndola. Si salen muchos para ser vistos, pocos los ven. Basta contemplar las fotos de la Plaza o de la Avenida. Dan pena. Casi vacías al paso de la Custodia. Por un lado, más gente saliendo en la procesión y menos fieles viéndola. Y, por otro, todo el Centro empetado, bulla gorda, en la larga víspera de contemplación de altares y balcones. ¿Son más importantes los balcones colgados con mantones de Manila en todo el centro, como en los barrios, que arrodillarse ante ese Dios que se echa a Cuerpo a la calle en la Custodia cuando llega el verano? Pues por lo visto, sí. Y esto es lo que debe preocupar. Que se le dé más importancia a los altares que montan las hermandades en la víspera que a Su Divina Majestad cuando sale con el fresquito de la mañana. Y que haya tanto postureo que un guasón me dijo:

-- ¡No, si a este paso las representaciones de las cofradías en el Corpus hasta van a dar caramelos y estampitas!

Si siempre es Domingo de Ramos en el bronce de la palma de la Giralda, siempre es Corpus en la capilla de San Onofre de la Plaza Nueva. Donde está permanentemente expuesto el Santísimo, todo el año, noche y día. Y allí, ay, Don Juan José, nunca hay "sobreabundantes" adoradores de La Majestad de Dios, doblemente genuflexos ante Él.

 

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