ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 24 de septiembre de 2017
                               
 

Parar, templar...y obedecer

Puntual a la llegada de cada tren, el Coche Correos de Guadalcanal, el de Carmelo, con la saca de las cartas y los viajeros del correo de Cáceres, bajaba todos los días de la estación. Y aunque casi todos los viajeros eran del pueblo, Carmelo, que tenía una frustrada vocación de guía turístico, cantaba los lugares que iba atravesando su Chevrolet por la antigua villa de la Orden de Santiago:

--Esta es la fábrica de aceite de los Rivera.

Y cuando el coche había bajado ya la cuesta de la estación y llegaba al Coso, donde acababan de construir la nueva casa-cuartel de la Guardia Civil, decía con retranca:

-- ¡Y esta es la nueva fábrica de galletas!

Me parece que ahora, de vivir Carmelo y de seguir conduciendo su viejo Coche Correos, tendría que cambiar su turística explicación:

---¡Y esta es la vieja fábrica de obediencia a las órdenes recibidas que, como el honor es su divisa, tiene en plena producción la Guardia Civil desde los tiempos fundacionales del Duque de Ahumada!

Si en mucho admiraba a la Guardia Civil, a los abnegados guardias civiles que no tienen el paso corto, como dice el tópico de "vista larga y mala leche", sino que lo que tienen bastante corto es el sueldo y muchas veces las condiciones de vida en sus casas-cuartel... Si en mucho, decía, admiraba a los guardias civiles, más ahora, tras las algaradas y organizadísinmos escraches de los independentistas catalanes. Que un guardia civil se líe a guantazos, a las galletas de la fábrica que señalaba Carmelo desde su autobús, está al alcance de cualquiera. ¡A Noé le vas a contar lo que es el diluvio y a un veterano guardia civil lo que es pegar una bofetada a tiempo! Por eso admiro más todavía a esos jóvenes guardias civiles de Barcelona, por su colectiva lección de prudencia, de aguante, de tragar quina que, siguiendo las órdenes recibidas, han tenido que sufrir en esa irrenunciable y constitucional parte de la Patria Española. Ciudad de la que ahora Cervantes hubiera dicho, en vez de lo de "archivo de cortesía", que es "donde todo escarnio a la Guardia Civil tiene su asiento y toda provocación a las Fuerzas de Seguridad del Estado su aleccionada y buscada estrategia", de los perroflautas a la muy nazi utilización de los escolares, iba a decir de las Juventudes Hitlerianas de Puigdemont y de Junqueras y lo digo, ¿passsa algo?

¿Usted no ha escuchado nunca eso de que "aguanta más que un buzo bajo el agua"? Hay que cambiarlo urgentemente. Hay que decir: "Aguanta más que un guardia civil ante las turbas y las hordas de los independentistas que se saltan las leyes a la torera." Los que deben velar por el cumplimiento de las leyes, obediente y ostensiblemente cruzados de brazos ante quienes se las pasan por el forro de la estelada. ¿Inacción? No: toda una lección de prudencia. En la Cartilla de la Benemérita debe de poner por algún lado que una de las obligaciones del guardia civil es saber tragar quina cuando llega el momento, si tales son las órdenes recibidas, para no dar ocasión a los provocadores que buscan lo que buscan. Buscan un muerto desesperadamente, un mártir de la independencia, una tumba donde ir a colocar flores el 1-0 como se inventaron lo de Casanova para el 11-S. Pero ¡antier les va a dar ese muerto la Guardia Civil! Vamos, que no les dan ni un sopapo, y eso que la mayoría de los provocadores no tiene ni media guantá. Aunque me llamen facha, proclamo con el final de su Himno que "Viva Honrada la Guardia Civil", a la que España debe un homenaje para decirles que no están solos. Y más en estas difíciles circunstancias, en las que los jóvenes guardias civiles de servicio a España en Barcelona han cambiado el lema de Juan Belmonte. En vez de "parar, templar y mandar", nos ha dado una lección de "parar, templar...y obedecer" las órdenes de no responder a los provocadores que andan buscando lo que buscan.

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