ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  23 de marzo de 2018
                               
 

Viernes sin Dolores

No sé por qué lo seguimos llamando Viernes de Dolores. Como no sea para recordarnos que hay que felicitar a las Lolas... Porque en la ciudad de las novelerìas y las impaciencias, donde las vísperas se gozan casi tanto como las fiestas, ya no es el aquel antiguo Viernes de Dolores en que llegaban las sillas de enea a la carrera oficial y las apilaban como ahora se hace ya sólo en La Campana. Aquel Viernes íntimo de la bajada de la Virgen del Valle, de los traslados de las imágenes a sus pasos en el jardín cerrado para pocos de iglesias con puertas cerradas y, dentro, los cabales. Aquel Viernes de Dolores en que los capirotes de la Alcaicería barruntaban los primeros nazarenos del Domingo de Ramos.

No nos queremos enterar, en la tradición de nuestras costumbres, en el apego a lo que siempre fue como toda la vida de Dios, pero hay unos cambios en la ciudad y en ese supremo símbolo y espejo que es su Semana Santa a los que no le damos la importancia que tienen. Y la tienen. No se lo digan a nadie, pero todo lo que antes era el Domingo de Ramos es ahora este Viernes de las vísperas. Los primeros nazarenos en la calle, sí, señor. Y que se mueran los feos. Los barrios enteros echados a esa calle, en torno a su cofradía, que muchas de ellas son para echarlas a pelear, por su pujanza, con la laguideciente vida de muchas de las de siempre de la nómina.

Sevilla es más rara que la mar que no tiene más que en las mareas con las que sube el río para decirle que Sanlúcar no está tan lejos: en La Moneda del Postigo mismo la encuentras con los hermanos Inchausti. Digo que Sevilla es más rara que la mar porque mira que hace años que están saliendo desde el Viernes de Dolores las que fueron llamadas "cofradías de vísperas" y ahora, como digo, hay algunas que tienen ya tanta vida en sus barrios como las tradicionales de siempre. Y lo mismo que aquí hacemos tradición de algo que empezó ayer por la mañana como aquel que dice, y ya lo conté con los Laudes de la Pura y Limpia del Postigo, que al segundo año comentaba una vecina: "Esto es una tradición antiquísima..." Del mismo modo, no hemos hecho aún tradición de toda la vida, y ya lo es, esto de que somos tan impacientes que la Semana Santa con nazarenos por la calle empieza aquí ya el Viernes de Dolores. Y si tienen la menor duda, vayan hoy a Heliópolis, a Bellavista, a Pino Montano, a San José Obrero, a la parroquia del Buen Aire al otro lado de Los Remedios. O en pleno centro, a la iglesia del Señor San Clemente, vulgo parroquia del Sagrario de la Catedral.

Ni los del Arenal, que tiene su cabecera espiritual en el Sagrario, nos queremos enterar, ye, ye, que tenemos una nueva hermandad con la que empieza la Semana Santa en nuestra cofradiera collación tradicional de Baratillo, Carretería y Aguas de Dos de Mayo. No es por orgullo de barrio (ojana: lo es), pero dudo que haya en Sevilla otra feligresía que tenga dentro de sus confines los dos modelos de cofradía de la ciudad. La cofradía de barrio y de capa, de cíngulo y de "Caridad del Guadalquivir", y la cofradía seria de centro, de cola y cirios al cuadril. Baratillo y Aguas eran dos cofradías de barrio, barrio, barrio. La Carretería, de centro, centro. Y todo sin salir del Arenal. Ahora, con los animosos muchachos que alentados por el párroco don José Gutiérrrez Mora (q.s.G.g.) organizaron una cofradía para dar culto al Cristo de la Corona, que estaba solo y olvidado en el Sagrario, hay empate: dos de barrio, dos serias. Ahora tenemos en el barrio otra cofradía de centro. Que sale esta tarde, que corona este Viernes sin Dolores y con gozos de nazarenos por la calle. Es la Cofradía del Cristo de la Corona. Una imagen del Nazareno de bulto redondo, no de vestir, interesantísima, casi más castellana que andaluza, que porta una cruz arbórea al revés. Que es al derecho, según la geometría del Silencio. Y de nazarenos, lleva los justos. Y con la cola al brazo, al antiguo modo. Verla por la calle Francos es revivir una Semana Santa antigua, siendo tan nueva la cofradía. Verla entrar por el Patio de los Naranjos es uno de los nuevos misterios de esta Sevilla que se renueva siempre, sin dejar de ser ella misma. Como que yo creo que los Naranjos del Patio catedralicio abren en flor para ponérselas al Cristo de la Corona.

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