María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, como viene de consejera de una autonomía donde se dijo que sólo pagaban impuesto de Sucesiones los ricos, se ha puesto las costumbres españolas por montera. Y con tal de sacar hasta de debajo de las piedras el dinero que nos gastamos en dar asistencia sanitaria universal a los inmigrantes y en conceder a los catalanes y vascos cuanto piden, y en pagar las facturas de lo que nos costó que a Sánchez le aprobaran por 180 votos comprados la moción de censura contra el cobardón Rajoy, pues acaba de inventarse un nuevo filón fiscal: las propinas. Parece broma, pero la señora Montero ha tomado la montera y ha hecho este brindis al sol del ejemplo de cómo va a apretarnos los tornillos fiscales. Hasta a los camareros los quiere exprimir. Pretende que tributen el IRPF de las propinas que les dejamos.
--¿Pero cómo controla las propinas de los camareros?
Usted descuide, que cuando lo han anunciado es que algún método habrá. Por ejemplo, la creación del Cuerpo Nacional de Inspectores de Propinas. ¿Usted sabe la cantidad de gente que puede colocarse ahí? Como Ernesto Jiménez Caballero (1899-1988), escritor ahora políticamente incorrectísimo y proscrito, en cuanto precursor del fascismo y miembro activo de Falange, publicó un libro de vanguardia que se titulaba "Yo, inspector de alcantarillas" (1928), la señora Montero quiere llenar España de colegas de este autor prohibido, y nombrar a una serie de técnicos fiscales que podrán un día escribir sus memorias con el título de "Yo, inspector de propinas". Al fin y al cabo, María Jesús Montero las persigue como las alcantarillas del dinero negro que cobran los camareros. Cuando más progresista que cobrar a los camareros el IRPF por las propinas sería defender la dignidad de sus cortísimos sueldos. Pero no me echen cuenta. Son cosas mías. Se trata de subir el gasoil para recaudar más impuestos, porque sabido es que todos los camioneros y taxistas están ricos potricos y hay que brearlos a impuestos, como a las grandes fortunas. Y sabido es que todos los camareros son riquísimos y que están los hombres con la bandeja o tras el mostrador por afición; de ahí que aparte del IRPF del sueldo tengan que apoquinar también por las propinas.
¡Buenos están los camareros con la ministra de Hacienda! Se ve que doña María Jesús frecuenta poco los bares. Porque menudas broncas le echarían si entrara a pedir un cortado y el camarero la identificara y dijera:
-- ¿Un cortado? Lo que tiene usted que cortar es esta tontería de querer cobrarnos el IRPF por las propinas.
Al fin y al cabo, es una metáfora perfecta: Hacienda le mete la mano hasta al bote. Al bote de las propinas. Ya no oiremos en los bares aquella alegre voz de un camarero:
-- ¡Dos euros al bote!
Porque habrá un compañero en la barra que le dirá:
-- Chiquillo, cállate la boca, que puede haber un inspector de Hacienda que se lleve el bote entero.
Con lo poco aficionados que somos los españoles a dejar propinas, lo que faltaba era que encima no sepamos si le dejamos la propina al camarero atentísimo y profesional que nos atendió, o si a la ministra de Hacienda directamente. ¿Y en el taxi? ¿Le meterán mano también a las propinas de los taxistas? ¡Anda que están cuidando mucho el voto de los camareros y de los taxistas... por las que hilan! Almorcé el otro día en la espléndida Venta Don Pepe de Jerez y a la hora del paganini, le di al camarero la tarjeta de crédito y le dejé junto al TPV del cobro un billete de 10 euros de propina. Y con todo sigilo, le dije señalándole el billete:
-- ¡Metáselo usted corriendo en el bolsillo, no vaya a haber por ahí un inspector de la ministra de Hacienda y se lo lleve!
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