ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de noviembre de 2018
                               
 

Voz a Vox

Aunque se llama Vox, parecía un partido afónico, porque apenas se le oía nada. O no hablaba. O no lo dejaban hablar. O no decían lo que había hablado. Llenaban "hasta completar aforo" sus actos, y decía las cosas que querían oír los votantes del PP, defraudados por la blandenguería de Rajoy y por la dictadura del perfil plano dictada al partido por el malhadado marido de Celia Villalobos, por Arriola. Vox hablaba contra el aborto y la eutanasia, a favor de la propiedad privada, contra los impuestos confiscatorios, de la permisividad y pasividad ante la inmigración ilegal, de la necesidad de plantar cara al separatismo catalán y aplicar con todas sus consecuencias el artículo 155 de la Constitución, de la unidad de España, de las virtudes de esa Constitución de 1978, del necesario papel arbitral de la Corona, defendía al Rey, los valores que representan las Fuerzas Armadas, la familia, el humanismo cristiano como inspirador de principios. Vox hablaba ni más ni menos que de España. Y sin avergonzarse. Hablaba y hablaba, pero no salía en parte ninguna, apenas en las redes sociales muy bien manejadas por cierto por sus militantes y simpatizantes. Ni en los periódicos, ni en la radio, ni en la TV salía Vox. ¿Existe en el Código Penal, querido juez Serrano, candidato por Vox a la Presidencia de la Junta de Andalucía, la pena de silencio, que está en la misma escala que la pena de banquillo o la pena de telediario? Bueno, pues a Vox en España entera le aplicaban la pena de silencio. Igual que en Sevilla hay cofradías de silencio, en España hay partidos de silencio, y el más destacado era Vox. Hasta que una tarde, mientras en la TV daban el informativo (manipulado) de las 3, me llamó a gritos la Jefa de mi Casa Civil:

-- ¡Corre, corre, que en el telediario están hablando de Vox, qué cosa más rara!

No es que yo more un casoplón como el de Pablo Iglesias, pero como estaba en el otro extremo de la casa al llegar a la salita, el televisor ya había terminado de dar la noticia sobre Vox cuya emisión tanto extrañó a Isabel. Ya hablaban de otra cosa, y le pregunte

-- ¿Y qué han dicho de Vox en el telediario?

-- ¿Qué van a decir? Que es el extremo de la extrema derecha, ultraderecha, lo peor de lo peor.

La tranquilicé en su pesimismo. Le dije que los partidos, en precampaña andaluza sobre todo como estamos, deben de tener en cuenta el aforismo de Cela: "Que hablen de ti, aunque sea bien". Así han empezado a darle voz a Vox: para ponerla verde. Hablan de Vox, aunque no sea precisamente para bien. Los que nos gobiernan sin pasar por las urnas, alzados a "okupas" de La Moncloa por los que quieren destruir la Constitución, la Monarquía y la unidad de España han roto en hablar de la "ultraderecha" y dado consignas a las televisiones que dominan para que larguen sobre la hasta ahora afónica Vox. Para mal, naturalmente. El PP es la extrema derecha. Ciudadanos es la extrema, extrema derecha. Y Vox, ni te cuento: la xenofobia, el racismo, Le Pen y Blas Piñar en una pieza. Lo peor de lo peor.

¿Las encuestas pregunta usted? ¿Qué dicen las encuestas sobre las expectativas de voto de Vox? Ah, eso entra también en el paquete de silencio. No preguntan siquiera por Vox al encuestar, no vaya a ser que tenga mayor intención de voto que el PNV o Bildu, que pudiera ocurrir, y hasta ahí podíamos llegar. Nunca verá usted a Santiago Abascal o a Alejo Vidal-Quadras, y mucho menos al juez Serrano, en las listas de valoración de líderes. Me huelo que Vox dice lo que quieren oír los votantes del PP que, hartos, se pasaron a Ciudadanos, aunque me parece que ahora lo dudan, ante las posturitas de Rivera. He pasado de escuchar "yo votaría a Vox si no fuese tirar el voto" a que me digan muchos: "Pienso a votar a Vox".

 

 

 

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