ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  9 de noviembre de 2018
                               
 

Vivir en el Barrio de Santa Cruz

A mi amigo, que podía vivir en República Argentina, en esos pisos donde pueden correr caballos, o en la Avenida de Portugal, donde hay silencio, y un parque de nueva planta al lado donde los propios vecinos evitaron que se perpetrara el mamarracho de la Biblioteca, mandada demoler por los Tribunales, ocurriósele un día comprarse una buena casa con patio de columnas, vela y pilistras en el Barrio de Santa Cruz e irse a vivir allí. Era, claro, cuando el Barrio de Santa Cruz no se había convertido en la Zona Cero de este Parque Temático Turístico que ya es todo el centro de Sevilla. Cuando era un barrio vivido, con sus tabernas de siempre, sus despachos de pan y tortas, sus lecherías, sus puestos de periódicos, sus ultramarinos, sus tiendecillas de los desavíos de las que abren hasta los días de fiesta. Había problemas, claro que los había, pero para solucionarlos estaba recién creada y en toda su pujanza la Asociación de Vecinos del Barrio de Santa Cruz, en la que tanto batallaron la recordada María Luisa del Vando y las hermanas Bores.

En aquel tiempo que refiero, cuando mi amigo se fue a vivir al Barrio de Santa Cruz, viajé un día a Córdoba, especialmente para comer en El Caballo Rojo, entonces muy de moda, y me llevé las manos a la cabeza al ver lo degradada que estaba la Judería de la antigua capital califal, llena de tiendas turísticas, de restaurantes turísticos, de bares turísticos, con los expositores de postales enmedio de la calle y con los grupos de japoneses o de americanos sin apenas dejarte andar por aquellas estrecheces de tanto sabor, por las que cortabas para llegar en un momento desde la Mezquita al Hotel Meliá Córdoba, entonces como la versión local del Alfonso XIII.

Pero en esto de la degradación de la Judería ya Sevilla, ay, le ha echado la pata a Córdoba. Nuestro Barrio de Santa Cruz está ahora a estos efectos de su degradación, desnaturalización y degeneración muchísimo peor que andaba Córdoba cuando he referido. Y de estas cosas hablaba con el amigo que menté al principio, el que se compró hace tiempo una casa en el Barrio de Santa Cruz y se mudó allí con toda alegría de su sevillanismo, y que ahora no encuentra palabras para lamentarse y arrepentirse. Me confesó:

-- Los sevillanos nos quejamos de cómo ha cambiado el Barrio de Santa Cruz por culpa del turismo. Otros dicen que gracias al bendito turismo. El que estaría contento si levantara la cabeza sería el Marqués de Vega Inclán, que fue el comisario regio que casi diseñó y "folklorizó" el barrio en el reinado de Don Alfonso XIII, poco antes de la Exposición de 1929, y le impuso ese carácter como de inmenso decorado de película de Cifesa, justo la Sevilla que los pocos turistas de la época querían encontrar en Sevilla, con el maravilloso patio de Los Venerables, con las buganvillas colgando por la muralla del Alcázar en el Callejón del Agua, con la Plaza de Doña Elvira "con su lunita plateada", como decía la canción. Os quejáis de que no se puede ir al Barrio de Santa Cruz porque ya no tiene nada que ver con el que hemos conocido de toda la vida. Pero hay algo peor que contemplar la degradación turística del Barrio de Santa Cruz: vivir aquí. Eso sólo lo sabemos los que no sé cómo seguimos viviendo en el Barrio de Santa Cruz y sufriéndolo. Porque antes era un barrio vivido, delicioso, con los niños yendo al colegio en el Mesón del Moro, y con Plácido charlando con sus parroquianos en Las Teresas, y con las tiendecillas donde podías comprar de todo. ¡Pero es que ya no hay donde comprar nada de la casa en todo el Barrio, como no sea un delantal "de faralaes" como tú dices o una camiseta horrenda con un chiste sobre la siesta! Todo ha sido invadido por el comercio turístico y en Santa Cruz no quedan tiendas de barrio, ni siquiera tiendecillas de los desavíos. Si te hace falta algo para la casa tienes que ir como muy cerca hasta La Alfalfa. Los que resistimos en el barrio deberíamos estar subvencionados, porque aparte de que aquí ya no hay de nada, los turistas se te meten en el zaguán de la casa y te miran en tu patio como si fueses una fiera del zoo, y te hacen fotos. Realmente somos unos bichos raros los que resistimos como vecinos del Barrio de Santa Cruz. A veces pienso que soy tonto, que no he vendido ya la casa para que hagan apartamentos turísticos y me he ido a un pisazo de República Argentina.

 

 

 

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