ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  10 de noviembre de 2018
                               
 

Según mercado

Hacía el otro día Lorena Muñoz el resumen de los grandes éxitos de la temporada taurina en Sevilla, entre el indulto de "Orgullito" de Garcigrande por El Juli y la gran novillada que lidió Rocío de la Cámara, pero se le olvidó hablar de las estocadas. Comprensiblemente. De las estocadas no hay que hablar en la sección de Toros, sino en las páginas de "Gurmé", ¿verdad, Eusebio León; verdad, "Mentapicada"? Estocadas, estocadas, las que se dicen estocadas, hasta la bola, hasta los gavilanes, te las meten en los restaurantes, sobre todo en los del cuento del alfajor del nitrógeno, la reducción al Pedro Ximénez, los platos cuadrados, los camareros de luto riguroso como empleados de Servisa y otros males del siglo. Y lo peor es que si bien las estocadas de la plaza de los toros, por buenas y fulminantes que sean, se discuten, que si está delantera, que si un poquito trasera, que si atravesada, las estocadas que te meten en los restaurantes se aceptan sin rechistar, rezongando mucho por lo bajini, eso sí, pero sacas tu tarjeta de crédito con toda resignación para que te la pongan en el TPV, que es ese chisme para que nadie se lleve tu plástico y a saber que hacen por allí dentro con él, qué compran en Amazon o en billetes de Iberia para ir a ver a la niña que está de Erasmus en Holanda. Todo se hace a tu vista y te ofrecen la parte de las teclas de los numeritos para que introduzcas tu clave secreta, vulgo PIN, cosa que no sé si se ha fijado usted que todo el mundo hace poniendo la mano izquierda encima, como para que nadie se vaya a quedar con las cifras y te metan, encima, otra estocá más como la que ya te dieron en la factura con cuyo paganini estás. Punto en el cual, hablando de cierto restaurante ya cerrado y quebrado, de cuyo nombre no debo acordarme, mi catedrático de Gramática Parda en la Universidad de la Puerta Larená, don Miguel Criado, o sea, el Profesor Potra, hablando de las clavadas en las facturas que te presentaba el dueño de esa casa de infausta memoria, te alertaba:

-- Ten mucho cuidado a la hora de pagar, que ése te junta las manos y...¡zas!, hasta la bola.

Ya dije que son temibles, por sus efectos finales en la factura, esos restaurantes donde no te dan la carta, sino que en un recitativo fantasía, al modo como antiguamente las tapas en los bares, te dicen lo que tienen del día. A lo que añaden el ritual:

-- Y fuera de carta tenemos...

Ahí, ahí es donde viene la leña. Ahí es donde te juntan las manos y te la meten en el hoyo de las agujas de tu cuenta del banco cuando te traen el cacharrito para la tarjeta de crédito. Y saben que no vas a protestar. Porque si eres tú quien convida y, por tanto, quien paga y se enfrenta a la dolorosa en plan "dejadme solo" para que se retire la cuadrilla, no te vas a poner a discutir con el tío delante de tus invitados sobre la clavada que te ha metido.

Pero he observado que aunque te den la carta, y puedas mirar los precios que tienen, que hay que ver con el telescopio de Maspalomas de astronómicos que son, hay algo para la estocada de la factura peor todavía que el "fuera de carta tenemos". Es el "precio según mercado". Te vienen en la carta los precios de lo que te van a clavar por lo que pidas de eso tan de moda de los "platos al centro" y por los segundos, ya individuales, de los que a continuación toman nota. Pero la gran incógnita llega en la parte de pescados y mariscos, de los que no te ponen nunca el precio del plato, sino ese terrible "según mercado". ¿Qué mercado? ¿El Mercado de Las Palmeritas o Mercadona cuando los sábados por la tarde, casi al cerrar, las dependientas se ponen con un carrito a pregonar los artículos perecederos que tienen en oferta? ¿Según Mercado del Porvenir o según Mercado del Tardón? ¿O según mercado de las ciudades más caras del mundo que de vez en cuando vienen en las estadísticas? Así que no sé qué será peor: si que te reciten los platos del "hoy tenemos" como antiguamente las tapas en la barra de El Portón o que te den el cartapacio y no te enteres de nada, porque, si convidas, no vas a ser tan ordinario de decirles a tus invitados:

-- Ni se os ocurre pedir nada de lo que ponga "según mercado", porque no sabes luego las clavadas que te pegan. ¡De estocada de la Feria, vamos, que yo no sé cómo no puso Lorena Muñoz el otro día la que me pegaron en un sitio donde sólo por el pan, los picos y las regaítas me pusieron 18 euros en la cuenta, que son 3.000 pesetas!

 

 

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