ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de noviembre de 2018
                               
 

Dos "Black Friday" de Sevilla

Ea, mañana, otra americanada. No mañana solamente; a base de anuncios previos con ofertas y ofertones, desde hace unos días lo estamos padeciendo: el "Black Friday". Eso que se inventaron en Estados Unidos para que los números rojos de los comercios en estas fechas prenavideñas en que no se vende ni una escoba con la crisis del parné se pusieron más negros que el aquello que dijimos, el ya me entiendes, del subsahariano del Guasap. ¿Y saben qué pienso en este "Black Friday", en este Viernes Negro que nos impone esa dictadura de las costumbres americanas que hace que en plena campaña electoral de nuestra autonomía, Casado y Juanma se vayan con sus familias a comer a algo tan andaluz (¡por aquí!) como una hamburguesería de comida rápida, de ahí el acierto de que Manuel Contreras lo llamara JuanMac, tal como yo le puse Moreno Nocilla? Pues pienso en unos antiguos y cada vez más lejanos Viernes Negros de Sevilla. Que eran dos: Viernes Negro Madrugada y Viernes Negro Tarde. Aquellos negros Viernes Santo en que la Giralda se disfrazaba como de luto de Torre del Oro, sin campanas, y hacía oír la sorda carraca. Aquellos Viernes Santos de la corporación municipal camino de los Santos Oficios con los maceros vestidos de negro de la cabeza a los pies. Aquellos Viernes Santos de las negras mantillas. Aquellos Viernes Santos de las tres cofradías de negro de la Madrugada. Cuando la Madrugada no era un problema, sino un gozo íntimo, un rito, una liturgia personal marcada por la frase que nos decían a los niños: "No hagas jaleo, que está el Señor muerto". Sevilla le guardaba luto a Cristo en aquellos Viernes Negros de la cera color tiniebla al cuadril de los nazarenos del Gran Poder, de la espada desnuda para defender el Dogma de la Purísima que portaba el primitivo nazareno del Silencio, en el esparto de las alpargatas de los penitentes del Calvario, siempre de cortejo tan breve, como un suspiro de meditación entre la explosión de alegría de las dos Esperanzas, de las dos Sevillas: la Macarena por delante, Triana por detrás.

Aquel Viernes Negro del Viernes Madrugada no había rebaja alguna. Todo estaba en su prístino ser e íntegra esencia. ¿Que si había niñatos? Claro que los había. Por la Puerta de Triana llegaban los que acompañaban a la Esperanza y tomaban el centro. Hasta reguincharse sobre las columnas de las Gradas los vi para gritar a su Virgen. Y, sin salir de la Madre de Dios, los niñatos del otro lado de la muralla, los que enronquecían con el grito que ya se va perdiendo: "¡Guapa, guapa, guapa!".

¿Y el Black Fruday del Viernes Tarde, con los cuerpos rotos por el cansancio de la Madrugada y la ciudad sosegada y en calma, una Sevilla de trajes negros y corbatas negras? Y el negro de los nazarenos de San Isidoro, precediendo a la Domus Aurea de la Virgen aviadora bajando la Costanilla en el silencio de la tarde a la que ya habrán llegado los primeros negros vencejos.

Ahora, ay, tenemos otro Black Friday en Sevilla, que no es cuando la luna grande de la primavera, sino todo el año. Sevilla está como en oferta continua de sí misma, caiga quien caiga, pareciéndose cada vez menos a ella misma con tal de hacer negocio. Que haga caja la Zona Cero del Parque Temático Turístico en que hemos convertido el mejor cahíz de tierra del mundo. Si dije que siempre es Domingo de Ramos en el bronce de la palma de la Giralda, siempre es Black Friday en esta ciudad en oferta y en rebajas, degradada, envilecida, desnaturalizada, desfigurada, que estamos estropeando y que ya hay que buscar en lugares perdidos y no hollados por el pie del turismo: en la Judería de San Bartolome, en las barreduelas del entorno de la Plaza del Pan, en la belleza de las espadañas que nadie fotografía, en el torno del compás del convento de San Leandro con el "Ave María Purísima" con que comienza la mejor transacción comercial, porque compras nada menos que los cernudianos labios de un ángel en una sobria caja de madera que a mí siempre me recuerda los entierros de la verdadera Sevilla del Venerable Mañara. Esa Sevilla que resiste, que nunca está de Black Friday, aunque ahora tenga que guardar luto por sí misma, pavana por una ciudad difunta.

 

 

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