ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  27 de noviembre de 2018
                               
 

¿Dónde está el Niño Jesús?

Con lo que le gusta a Sevilla una víspera y una Cuaresma, el Adviento cada vez existe menos. En esta sociedad globalizada...

-- Oiga usted, perdone que le haga una pregunta. Eso de la "sociedad globalizada", ¿qué es? ¿Que venden globos por todas partes todos los días, como en Sevilla cuando la Cabalgata de los Reyes Magos del Ateneo o el Domingo de Ramos, cuando viene La Paz por el Parque y La Estrella por el puente?

Pues no, apreciado lector. La sociedad globalizada no tiene nada que ver con los tíos de los que salen como hongos en Sevilla cuando hay en la calle el supremo espectáculo de algo que es totalmente gratis y con tambores y cornetas. La sociedad globalizada es la que ha hecho que Sevilla ponga su almanaque en hora con los Estados Unidos a efectos de las inminentes Pascuas de Navidad y Reyes. Las Pascuas de toda la vida. Porque la de Resurrección, aquí, ni es Pascua ni es nada. Cristo resucita en Sevilla mucho antes. Cuando La Borriquita baja la rampla del Salvador sabemos que el nuestro es un Dios vivo, al que le hablamos porque sabemos que nos escucha, como cuando está de besamanos en San Lorenzo o de besapiés en el Patrocinio. Por eso cuando de acuerdo con los actuales usos de la Iglesia el Domingo de Resurrección te desean "Feliz Pascua", te dan ganas de contestar: "Y próspero Año Nuevo".

Venía diciendo que hemos puesto en hora el almanaque con las costumbres de Estados Unidos y faltan cinco minutos para que aquí se reúnan la familias a comerse el pavo el Día de Acción de Gracias, porque ya tenemos hasta la americanada del Black Friday, que un castizo ha traducido como "Blas Fraile": "un fraile, dos frailes, tres frailes, ¡americano el que celebre el Black Friday!". Y el que esté ya celebrando la Navidad, saltándose a piola el Adviento. En Vigo y en Málaga ya tienen echada la casa por la ventana municipal con las iluminaciones callejeras de Navidad. Vamos, que ni han esperado a la Purísima, que era cuando aquí en Sevilla más o menos empezaba a "oler a polvorones", como en abril "ya huele a Feria" o en Cuaresma "ya huele a Semana Santa".

Tanta prisa tenemos en poner en marcha la Gran Ceremonia del Consumo en que se ha convertido la Navidad, que a lo mejor cuando estas líneas aparezcan ya han encendido en el centro y en los barrios las iluminaciones de Pascuas. Esas sí que son globalizadas. Como gana los concursos la misma empresa en casi toda España, ponen las mismas luces en todas las ciudades y pueblos. ¿Luces de Navidad? Lo dudo. Cada vez son más luces laicas del Solsticio de Invierno, como decía el otro, porque no sólo no aparece por parte alguna ninguna referencia al Nacimiento del Salvador, sino que ya hasta han quitado a Papá Noel, a su trineo y a la leche que mamaron los renos. Todos son cristales de nieve, que es como aquí llamamos al hielo, y todas figuras geométricas. LED, eso sí, por el bajo consumo. Pero de lo que de verdad tienen bajo consumo las luces callejeras de Navidad es del sentido cristiano a las Pascuas. Como que no aparece nada religioso por ninguna parte. Creo que regalan un viaje a Laponia, la tierra de Papa Noel, con toda la familia, a quien encuentre al Niño Jesús en las iluminaciones callejeras de las Pascuas.

Eso, en cualquier otra tierra, podría tener sentido. ¿Pero en Sevilla? Es una más de nuestras grandes contradicciones. Las mismas calles por las que pasa Dios, Crucificado o Nazareno, en Semana Santa, y se ponen así de gente, emocionados todos, son las que ahora no tienen rastro alguno del Nacimiento del Salvador. Bajo esas luces pasan los que lloran al ver en un palio a la Madre de Dios que ahora da a luz al Niño en Belén. Y lo más triste, que nadie protesta. Ni la propia Iglesia. Ni los partidos de la oposición municipal que sí creen en Dios y en los valores cristianos. Ay, cuánta oscuridad de Dios en las luces de Navidad... Menos mal que nos queda la claridad del Niño y de la Virgen en el gran cartel que Javier Jiménez Sánchez-Dalp ha pintado para la Asociación de Belenistas, en vez del polémico ángel parguelón del año pasado.

 

 

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