En estas noches de febrero en que como el que asiste a clase, porque se aprende de la gracia popular y se cargan las pilas de temas y pareceres, vengo escuchando casi enterita la retransmisión que el joven veterano Juan Manzorro hace por Radio Andalucía Información de la actuación de las agrupaciones del Carnaval de Cádiz en el concurso del Teatro Falla. Y en este programa, reiteradamente, se emite un anuncio de las Delegaciones de Fiestas y Turismo del Ayuntamiento de Cádiz, sí, el del Kichi, donde repiten un lema que, pensando en el Carnaval de la calle, cada vez más soez y bullanguero, no puede ser más cívico y oportuno: "El Carnaval son coplas, no copas". Es, por así decirlo, un anuncio contra la botellona. Todas nuestras fiestas populares se están convirtiendo o se han convertido ya en una inmensa botellona. Tengo que preguntar a mis amigos rocieros si en la Romería de Almonte, en los días grandes, hay también botellona; no me extrañaría nada que la hubiese, en la degeneración general que padecen nuestras fiestas más populares y tradicionales.
El anuncio gaditano que refiero me recuerda que el sábado de Carnaval e incluso el domingo por la mañana, no sé lo que ocurre, pero todos los niñatos de la botellona se reúnen en Cádiz desde toda Andalucía. Antes la Renfe hasta ponía trenes gratis al que se montara disfrazado camino de la Cuna de la Libertad y de las coplas, no de las copas. Ahora esa noche del sábado en que los buenos gaditanos, los verdaderos aficionados a la fiesta, ni siquiera salen a la calle y se quedan recluidos pensando en el paraíso para pocos que es el iniciático Lunes, fiesta local, se ha convertido en una botellona espantosa. Donde si pasas lista, no falta un solo niñato borracho de Andalucía e incluso del resto de España, a los que las coplas que cantan los coros en sus bateas o las chirigotas en la Escalerilla de Correos les traen absolutamente sin cuidado. Como lo horroroso que corean en algunos partidos de fútbol: "Alcohol, alcohol,/hemos venido a emborracharnos,/el resultado nos da igual".
A la Semana Santa de Sevilla le ocurre exactamente igual. Especialmente la Madrugada ha sido tomada por la botellona. De ahí las drásticas medidas de la "ley seca", con la que los bares han de cerrar y los restantes establecimientos sólo pueden vender agua. Pero, ¿y las tiendas de los chinos vendiendo loa que los niñatos llaman "lotes", bolsas de plástico con todos los ingredientes de alcohol y de refrescos para mezclarlo, hasta con sus cubitos de hielo y sus vasos desechables? ¿Quién controla los "lotes" que los niñatos se traen puestos en la Madrugada, aunque los bares estén cerrados? Es un triste sino de nuestro tiempo. Cuando la ciudad ha de estar "sosegada y en calma", como decía ritualmente la Ronda del Jueves Santo al Cabildo Metropolitano, anda en manos del niñateo de la botellona. No es cuestión solamente de "ley seca"; es problema de educación, de autoridad de los padres, de enseñar principios en los colegios. De todo lo que falta y muchos se alegran de que así sea, porque todo eso es "facha". Como en el verso de José Carlos de Luna en "El Piyayo", a mí me da pena que hayamos de dar a la Madrugada el tratamiento policial y municipal de un partido de fútbol de "máximo riesgo".
Y en la Feria ocurre tres cuartos de lo propio. No dentro del Real, sino en las calles adyacentes de Los Remedios, hacia Virgen de Luján, hacia Fernando IV, hacia Virgen de la Antigua. Allí se organizan las noches de Feria horrorosas botellonas incontroladas, que los vecinos del bario sufren con sus ruidos, sus vomitonas, sus micciones en los portales, sus plásticos y sus basuras esparcidos por el suelo.
¿Quién remedia esto? ¿Le hacen caso en Cádiz al criterio municipal de que el Carnaval es "coplas, no copas"? ¿Evita la "ley seca" de la Madrugada de Sevilla que las cofradías más serias tengan que atravesar infiernos de botellonas agamberradas? Son tristes sinos de los tiempos. En los que, además, considerar estas lamenables cuestiones y pedir que les pongan remedio sabe usted que es completamente "facha".
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