ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  30 de marzo de 2019
                               
 

Valdés Leal para Gregorio Conejo

En esta Sevilla de nuestros pecados y nuestras penitencias, igual que Bécquer sigue creando leyendas en escritura automática de la realidad, Valdés Leal sigue pintando sus postrimerías, el "sic transit gloria mundi" de nuestras grandezas y miserias. Lejos de su Sevilla, de su Betis, de su barrera del 2 en la plaza de los toros, de su balcón sobre el Arco del Postigo para invitar a los amigos a ver pasar las cofradías, más solo que la una, abandonado por todos, ignorado, silenciado, ha muerto quien tanto fue y figuró en nuestra tierra de falsos amigos de conveniencia: don Gregorio Conejo Muñoz del Toro, directivo, consejero y relaciones públicas tantísimos años del Betis; casi símbolo del Glorioso. Al que, como se descuidara, apuntaba al lucero del alba y le daba el carné de socio. Así hizo Gregorio Conejo socio del Betis a Julio Iglesias, cuyo carné le entregó con todos los honores. Hasta a la abuela del Rey, a la Condesa de Barcelona, a Doña María de las Mercedes de Borbón, la confirmó en la fe bética que ya traía de cuna desde el chalé de los Infantes Don Carlos y Doña Luisa en La Palmera, y la llevó al palco. Como llevó a la Duquesa de Alba. Como hacía socio del Betis a todo famoso que por Sevilla pasara.

Conejo era el Betis y el Betis era Conejo. Anda que no le gustaba nada salir en una foto... Le puse "El Inevitable" a efectos Kodak. De pura chamba cuando Neil Armstrong pisó la Luna no estaba ya allí Conejo para hacerse la foto con él. Pero en todas las demás, sí estaba. No había cena, homenaje, banquete, festival, espectáculo, gala o acto social en el que Conejo no saliera en la foto. Y no saludando desde el córner, sino como persona principal que era. Como gente. Gregorio era gente en Sevilla. Muchos le debían muchos favores a Gregorio, generoso, dicharachero, con toda la gracia del mundo, gran narrador de chistes:

-- Gregorio, ¿tienes una entrada para el domingo, que quiero llevar a mi chiquillo al Betis?

Y cuando el Betis ganó la primera Copa del Rey, era como si la hubiera ganado Gregorio Conejo. Cual Naranjito de Triana y Narci Dìaz salieron de dentro de la tarta que Sevilla le ofreció a La Perona en su visita oficial, para mí que todas las glorias y venturas del generosísimo Gregorio Conejo salieron de la plata de aquella Copa que, ay, paseó Rogelio Sosa. Y ahora que digo Rogelio digo Rafa Serna. Y ahora que digo Rafa Serna digo Gregorio Conejo. La Canina se nos está llevando lo mejor del peristilo de las trece barras que, como los cuatro puntalitos de Triana, sostienen el Partenón de la esencia y la filosofía del Betis.

Gregorio Conejo vivía de un próspero negocio de venta y alquiler de maquinaria de obras. Tiraba de cartera como nadie. Tenía siempre a disposición de sus amigos sus barreras del 2 de la plaza de los toros. Y por Semana Santa, hasta editaba un programa personal: el horario de las cofradías que pasaban por delante de su balcón del Arco del Postigo, para dar allí gloria bendita a sus invitados. Gloria del Glorioso era lo que Gregorio dio toda su vida. Hasta que vinieron la crisis y los tiempos chungos, a Gregorio le fueron mal las cosas, enfermó, y marchó lejos de Sevilla, a un asilo de su malagueño Valle de Abdelajís. Sólo unos pocos leales, con Carlos Herrera a la cabeza, siguieron ayudándolo. Los demás, si te he visto, no me acuerdo. Caído en desgracia y en enfermedad, lo borraron del mapa los que tanto tenían que agradecerle. Esto sí que es Sevilla pura. Gregorio Conejo ha muerto lejos de su Betis, de su Sevilla, de su infinita generosidad de los días grandes, tras pasar un calvario de soledad. Ya digo, Valdés Leal: sic transit gloria mundi. Menos mal, Gregorio, que te he hecho este retrato. En esta foto también has salido, querido y gran Gregorio. En la definitiva foto de tu muerte. Tal como eras. En toda tu grandeza frente a esta desagradecida ciudad.

 

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