Uno de los primeros libros de mi leído y admirado Micer Francisco Robles, con el que dio a conocer a muchos sevillanos su ingenio y buen plumear, se intitulaba "Tontos de capirote". Clasificaba a nuestra curiosa fauna cofradiera, y aunque pudiera parecer una obra destructora de las tradiciones, era lo contrario: una exaltación de la verdad de nuestras costumbres y un látigo contra tanto tontito que anda suelto por ese mundo de los cirios y las trabajaderas. Lo que quizá no sabía Francisco Robles, y yo tampoco, es que como ciudad dual que es Sevilla, no sólo hay tontos de capirote, sino, frente a ellos, listos de capìrote. Al menos un listísimo de capirote, cuya historia contar quiero. Un sevillano que ha logrado la aspiración de muchos que se las dan de señoritos: doblarla lo menos posible. ¡Si será listo el de capirote!
Los capirotes en cuestión son los que anuncian la clásica y tradicional pancarta que, antes de que abran los naranjos en flor; antes de que suenen los ensayos de la banda de los Armaos; antes de los besamanos; antes de las torrijas de la Cuaresma y el bacatalati con tomati de los días de Vigilia, como heraldo de que "esto ya está aquí" colocan todos los años en la Puerta Carmona, de fachada a fachada, en la entrada a la calle San Esteban, junto al asador de pollos de la calle Mosqueta que en su fachada conserva una de las bombas que tiró contra Sevilla el fanfarrón del general Van Halen. Me refiero a la pancarta que anuncia "Capirotes" en la Puerta Carmona. Y que tiene detrás una curiosa historia que contar puedo gracias a la generosidad de un lector. Como la carta está muy bien escrita y cuenta lo que narrar quiero mejor que pueda yo hacerlo, permítanme que me alivie con el piquito de la muleta y transcriba la misiva del lector, que no es un cualquiera, sino el dueño de la capirotera pancarta en cuestión. Dice así la carta:
"Mi nombre es José Ramón Martínez Ruiz, propietario de El Rincón del Nazareno, tienda cofrade en la calle San Esteban que todas las temporadas coloca la pancarta de "Capirotes" de un lado a otro de la calle y que usted tiene a bien nombrarla en sus artículos todos los años. El motivo de la presente es agradecerle sinceramente que nos refiera año tras año, de forma que tal mención se ha convertido en una más de las tradiciones de Sevilla y para nosotros un orgullo que todas las Cuaresmas nos dedique parte de alguno de sus artículos. Por otro lado, y como sé que es usted coleccionista de personajes sevillanos, paso a sintetizarle la historia de mi hermano, que tiene relación con lo antes dicho. David Benito tiene 46 años y no ha trabajado en su vida nunca. Y cuando digo nunca me refiero a que ni oficial ni extraoficialmente ha desarrollado actividad laboral alguna; consecuencia de ello tiene la vida laboral en blanco impoluto. Vive en una casa familiar de una asignación mensual escueta que le da nuestra madre. Su forma de ser y sus "golpes" lo hacen muy popular y todo el mundo lo convida, lo que ayuda a su escueta economía. Pero como todo en el mundo tiene alguna excepción, en este caso no va a ser menos. Trabaja dos días al año: el que pone la pancarta de los capirotes y el Viernes de Dolores, que la quita. Ambas labores, aunque puedan parecer fáciles, requieren de cierta pericia, y en honor a la verdad he de decir que dicho quehacer lo realiza con una excelente profesionalidad. Curiosamente, y como he adelantado, el trabajo no le agrada en absoluto, lo que no es óbice para que los dos días señalados los espere durante el año con gran anhelo e ilusión. Ahí queda la historia de David Benito para su colección de personajes de Sevilla."
¡Quién fuera David Benito Martínez, el artista de la pancarta de los capirotes de la Puerta Carmona! Para muchos, el sueño perfecto: doblarla sólo dos días al año.
Correo
Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico
