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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 7 de junio de 2019
                               
 

La Catedral no es una playa

En manda testamentaria no escrita, don Santiago Montoto, patriarca de las letras hispalenses, me dejó encargado antes de su muerte que cuando faltase le tomara el relevo en largar fiesta contra los canónigos y el Cabildo Catedral. Deseo que, como verán, he cumplido fielmente en su memoria. Pero que incumplo hoy, porque debo elogiar y elogio al deán y a sus calonges, al Cabildo Catedral en pleno, por unas normas de mínimo decoro en las visitas que ha recordado a los turistas, que entran en la Catedral vestidos como si estuvieran en la playa de Regla. En esta tierra, ya saben, a veces lo más revolucionario es decir la verdad o hacer cumplir la ley. Y tal han hecho los calonges, que han publicado unas normas que recuerdan lo dicho tantas veces: que la Catedral es un lugar de culto, la más hermosa Casa de Dios en la ciudad, y que entrar allí merece un mínimo respeto en el atuendo, cosa que la mayoría de los turistas no cumplen en el monumento más visitado de Sevilla...y el que más dinero deja a la Iglesia Hispalense, que lo dedica a nobles fines de conservación y restauración de templos y conventos o ayuda a las obras de Cáritas.

Esto de recordar a los turistas que la Catedral no es una playa, y que no se puede ir vestido de teramare no es nuevo. Ya en el verano de 2015 el arzobispo Asenjo llamó la atención sobre la indumentaria de los turistas que visitaban la Catedral en un artículo en la revista "Iglesia en Sevilla". El Cabildo ha insistido en el "monitum" de Don Juan José, y en las normas de visitas, entre otras cosas, dice: "Por respeto al resto de visitantes y para mantener la atmósfera de recogimiento propio de una iglesia, se ruega realizar la visita sin levantar el tono de voz. Se debe mantener un comportamiento cívico, evitando aglomeraciones y carreras dentro del recinto. Se pide a los visitantes que adopten una conducta respetuosa y se vistan con decoro. No se permite fumar ni comer dentro del recinto. Sólo se pueden consumir bebidas fuera del edificio o agua en época de calor. El visitante será el responsable de mantener el orden y la limpieza de los espacios, así como de adoptar una conducta respetuosa hacia los elementos patrimoniales y museísticos. Queda prohibido todo acto reivindicativo dentro de todo el conjunto Catedral de Sevilla. La Capilla Real es un espacio reservado exclusivamente para el culto y la oración, quedando prohibido su acceso dentro del recorrido cultural".

Y lo más importante, el aliño indumentario del mínimo respeto debido al templo metropolitano. El Cabildo recuerda que las mujeres deberán tener los hombros cubiertos y no podrán vestir minishorts; los hombres no podrán ir en camiseta de tirantas. Y prohibidas las chanclas. Podrían poner un letrero indicador del camino al monumento más visitado que dijese a los turistas: "Vaya, vaya, pero la Catedral no es una playa". Ni hace dentro un sol abrasador, por lo que tiene el Cabildo que recordar lo obvio: que ante Dios y en su Casa hay que descubrirse, y que no se puede estar dentro de la Catedral con la gorra de béisbol encasquetada.

Que el Cabildo tenga que recordar estas elementales normas nos habla del bajísimo nivel de gran parte del turismo que padecemos o gozamos, según se mire. Habrá turistas que protesten por estas normas. Y lo más contradictorio es que estos mismos turistas que entran vestidos de bañistas en la Catedral son los que se descalzan y las mujeres se cubren con un pañuelo si visitan una mezquita en el mundo árabe.

Habrá quien se ponga junto a la taquilla a vender faldas de los chinos a las señoras en minishort. Como cuando Bueno Monreal dictó unas duras normas y prohibió que los turistas entraran en pantalón corto. Y un aguililla se puso a alquilar pantalones largos, que colocaba sobre las cadenas de las Gradas con un letrero que decía en italiano macarrónico: "Pantaloncinis per alquilare, 25 pesetas". Se forró el tío. Como ahora se hará rico el que venda allí zapatillas de deportes baratas a los de "no me pises, Cabildo, que llevo chanclas".

 

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