Sí, así: rocianos. Pongo "rociano" porque era el adjetivo que antaño se usaba en vez del actual "rociero" para referirse a los devotos de la Virgen y asiduos de su romería. Y, si no, escuchen en el disco de pizarra o en el vinilo de la memoria la sevillana antigua: "Del Rocío venimos/las rocianas/de tomar aguardiente/por las mañanas". "Rociano" era el devoto de la Virgen del Rocío, el peregrino de su romería. Lo que ahora entendemos por "rociero", voz con cuya definición el Diccionario de la Real Academia se queda corto, muy corto: "Rociero, ra: Persona que acude a la romería de la Virgen del Rocío, en Huelva, España". (Pues no todos los que van a la romería son rocieros, pero hay muchos rocieros por el mundo que no acuden a la romería). Me quedo con la mejor definición que da Alcalá Venceslada en su "Vocabulario Andaluz", y eso que el lexicólogo de nuestras hablas era de la Alta Andalucía, más bien de romería de la Virgen de la Cabeza que del Pentecostés de las marismas almonteñas junto a la Blanca Paloma. Dice Alcalá Venceslada que rociero es "devoto de la Virgen del Rocío". Rociero a lo Alcalá Venceslada somos todos, en la universalidad de la devoción a la Patrona de Almonte: "¿Quién no le reza/a esa Blanca Paloma,/flor de pureza?".
Hoy, 8 de junio, se cumplen, como saben ustedes y Carlos Ros explicó ayer divinamente, cien años de la coronación canónica de la Virgen del Rocío por el cardenal Almaraz, arzobispo de Sevilla. Almonte dependía entonces eclesiásticamente del Arzobispado de Sevilla, pues aún no había sido erigida la diócesis episcopal de Huelva. Y esa fecha de la coronación marca, como dice el tópico, "un antes y un después" en la devoción universal por la bendita Virgen del Rocío, por la Reina de las Marismas, por la Patrona de Almonte, ante la que se postró nada menos que un Papa santo, Juan Pablo II.
Y en esta fecha centenaria quiero rendir homenaje y memoria a dos grandes rocianos, que a lo largo de los tiempos labraron como dos coronas de coplas para la Blanca Paloma: Muñoz y Pabón y Pareja-Obregón. El primero fue fundamental para la coronación, su promotor y conseguidor: el hinojero canónigo hispalense y académico de Buenas Letras don Juan Francisco Muñoz y Pabón (Hinojos, 1866-Sevilla, 1920). Autor teatral celebradísimo, novelista, poeta, el Rocío debe gran parte de su devoción universal al muy gallista Muñoz y Pabón, el que organizó a la muerte de Joselito los funerales como de Estado en la Catedral de Sevilla, lo que levantó una gran polémica, a cuyo final sus partidarios le regalaron la pluma de oro con un gallo que ahora luce en su saya la Esperanza Macarena, su otra gran devoción mariana. Aparte de la corona que ciñó Almaraz a la Virgen, Muñoz y Pabón le hizo una corona de coplas por seguidillas que aún se cantan en los rosarios de la romería, y que seguramente usted conoce, aunque según la máxima de Manuel Machado no sepa su autor, porque son del pueblo: "La Virgen del Rocío/no es obra humana,/que bajó de los cielos/una mañana./Eso sería/para ser Reina y Madre/de Andalucía". Venga, que lo mejore alguien...
Pues ese alguien llegó con el tiempo, y fue otro gran rociano orfebre de coronas de coplas para la Virgen: el compositor y poeta Manuel Pareja-Obregón y García (Gines, 1933-Sevilla, 1905), nieto de El Espartero y autor de más de tres mil canciones. Pero, sobre todo, codificador de una estética rociera aún vigente, de chumberas del camino, de pinos del Coto, de arenas, de carretas, que divulgaron e hicieron universales las voces de los Hermanos Reyes, de la Calle Real de Castilleja de la Cuesta, que es como una extensión de la Hermandad del Rocío de Triana. Pareja-Obregón nos emocionó con la historia de una amapola, con los lirios y las chumberas del camino o con la luna que tiene a gala ser marismeña. Y con la gaita del Pollo de Cartaya y el tamboril de Juan Manuel del Coria llevó la devoción por la Virgen del Rocío a toda España con los sones de su "Salve del olé": "Dios te salve, María, /del Rocío Señora,/ luna, sol, norte y guía/ y Pastora celestial."
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