ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de julio de 2019
                               
 

Veraneo sin Blas Infante

El largo, complicado y difícil proceso de implantación de la autonomía andaluza fue planteado por la UCD como una carrera de obstáculos, de 143 o 151 metros vallas de los artículos de la Constitución a la hora de votar la enrevesada papeleta en el referéndum del 28-F, que pusieron como no quieran dueñas al pobre Lauren Postigo por prestar su voz al lema centrista: "Andaluz, éste no es tu referéndum". El referéndum se ganó habiéndolo perdido, al quedar descolgada Almería y luego rescatada con una operación de ingeniería política entre Martín Villa y Rojas Marcos que, a la larga, habría de costarle la propia existencia a los andalucistas, cuya bandera verde y blanca, más listo que el hambre, les arrebató por el procedimiento del tirón el oportunista socialista Rafael Escuredo.

En todo este proceso, los andaluces partimos de cero, ya que los intentos del luego llamado "andalucismo histórico", iniciales en 1936, fueron cercenados por la guerra. Tuvimos que hacer la defensa y difusión de la bandera blanca y verde; de un himno que nadie conocía; y de un mítico creador del Ideal Andaluz: Blas Infante. La gente no sabía quién era Infante, cuya figura nos legó el médico humanista José María Osuna, con muy pocos ejemplares de "El Ideal Andaluz" salvados de la quema de los días oscuros. Gracias a Osuna y a los desvelos de las hijas de Infante, María de los Ángeles y Luisa, la figura del líder histórico andalucista no sólo fue rescatada y valorada, sino casi convertida en mito. Mucho antes que se hablara de la Memoria Histórica, los andaluces supieron que Blas Infante había sido fusilado por los nacionales, junto con otros dirigentes republicanos, en la noche del 10 al 11 de agosto de 1936. En el dietario de cocina de Doña Angustias, su viuda, venía señalada como un irreparable dolor aquella fecha del 11 de agosto que quedó oficialmente establecida como la de su asesinato sin juicio. En cuya memoria, en el kilómetro 4 de la antigua carretera de Carmona, lugar donde fue el crimen, y por el impulso decisivo de María de los Ángeles, fue levantado un monumento en su memoria. Ante ese monumento, todos los veranos, cada 11 de agosto, se celebraba un solemne acto reivindicador de la figura y la obra de Infante, al que acudían los políticos del poder y de la oposición de las entones nacientes instituciones políticas andaluzas, como la propia Junta. Fue durante lustros un acto simbólico en memoria de Infante elevado a la categoría de mito andaluz. Pero, ay, su jodida fecha le fastidiaba a los políticos. El 11 de agosto les partía por la mitad las vacaciones de verano, y tenían que dejar sus playas o sus viajes para estar presentes en el memorial infantiano en la carretera de Carmona. Para los que no creían en Andalucía más que como un medio de vida, que era la mayoría, aquello era un fastidio.

¿Qué se hizo entonces? Pues lo lamentable y vergonzoso que se repite ahora. Conmemorar, en vez del fusilamiento de Blas Infante el 11 de agosto de 1936, su nacimiento en Casares el 5 de julio de 1885. Así lo decidió el Parlamento Andaluz, para descanso de políticos veraneantes, y así, vergonzantemente, se viene haciendo en los últimos años. El 5 de julio, fecha del nacimiento de Infante y no de su fusilamiento, no le parte las vacaciones a nadie, no le estropea el veraneo, no pasa como con el 11 de agosto. Y todo el arco parlamentario andaluz, encantado con que en vez del acto ante el monumento de La Gota de Leche del 11 de agosto en recordación del fusilamiento se celebre ahora el 5 de julio un catapún-chín-chín parlamentario, retórico y político, en las Cinco Llagas, en recuerdo de su nacimiento. En el propio Parlamento Andaluz, con lo que ni se tienen que meter en carretera. Como reconciliación no está mal: recordar la muerte del líder y no su injusto fusilamiento por los nacionales. Pero no me negaran que, más que nada, la celebración del nacimiento y no del fusilamiento demuestra la poquísima vergüenza que tienen los políticos que viven del legado de Infante, para quienes su veraneo es más sagrado que el recuerdo del tristísimo asesinato del inventor histórico de la autonomía andaluza y de su Estatuto.

 

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