ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de septiembre de 2019
                               
 

Último par para Luque Gago

Solía verle y charlar con él en esta Casa de ABC, en la entrega del premio periodístico taurino Manuel Ramírez, al que nunca faltaba. Hasta que hace unos años dejé de verle allí. Le pregunté a su hijo, al macarenísimo profesor de Arte don Andrés Luque Teruel, y me dijo que su padre andaba ya sin salir apenas de casa, empitonado por los años y la enfermedad. Ahora, con tristeza, tengo que escribir que se nos ha ido un gran torero de plata. De plata, de plata de primera ley era Andrés Luque Gago, quizá el último de la gran generación de banderilleros de Sevilla y según Sevilla. Veo una vieja foto de un cartel del desaparecido Festival de la Vejez del Toreo que anuncia una terna de banderilleros que actúan como matadores: Julio Pérez Vito, Almensilla y Luque Gago. Cualquier cosa. De esa serie irrepetible era Andrés, un señor del toreo, nada creído ni engreído en su pasada grandeza en los ruedos, en los que estuvo a las órdenes de Luis Miguel, Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida, Manolo Vázquez, Miguelín, Pedrés, Antoñete, Paquirri o Rafael de Paula. Cualquier cosa. Precisamente fue Paula quien le cortó la coleta en Sevilla, en presencia de Curro y de Ojeda, un 14 de abril de farolillos de 1986, después que la banda de Tejera le hubiera tocado la música por su último par de banderillas. Como las ponía aquella generación de toreros de plata sevillanos. Eran la Torre de la Plata en la verdad del toreo. Yéndose con garbo hacia el toro, haciendo la reunión, asomándose al balcón, dejando los dos palos en una moneda de real indiano acuñado en la Casa de la Moneda de los sueños y saliendo después andando de la cara del toro. Andando. Así ha salido de la vida Luque Gago, como de la cara de los toros: andando, dando ejemplo de señorío y de amabilidad con los que nada eran, con los muchachos que empezaban y que querían ser toreros.

Ahora hay toreros que banderillean. Muchos. Más que arte del segundo tercio, hacen rejoneo de infantería. Como Rafael Peralta, pero sin caballo. Antes había banderilleros que toreaban, que lidiaban, que bregaban, los herederos de Blanquet, que con dos capotazos, los mínimos, ponían el toro en suerte, los que corriéndolos a una mano los sacaban de la emperrada querencia. Sabía Luque Gago poner los palos y sabía bregar con los toros. Algo que se está perdiendo y para lo que en Sevilla aún se tiene sobrado paladar: el arte de la lidia. Luque Gago perteneció a aquel tiempo en que los banderilleros paraban al toro de salida, antes que el matador le pegara tres lambreazos por verónicas.

Estoy viendo en el recuerdo a Luque Gago, tan señor, tan torero, en una tarde en Sevilla que torean Curro y Paula, y evoco a Manuel Machado, ahora que se han reeditado sus versos. No alcanzaría a verlo, pero quizá Manuel Machado pensaba en Luque Gago cuando escribió: "Y antes que un tal poeta, mi deseo primero/ hubiera sido ser un buen banderillero". Lo de Luque Gago fue al revés: un torero que hacía poesía del arte del rehileteo y, sobre todo, de la lidia. Y nunca para propio lucimiento, sino al servicio y beneficio del matador que lo llevaba en su cuadrilla.

Y la otra obra de la que tengo el honor de hablar. Me acuerdo ahora de cómo Julio Pérez Vito, jugándose la vida por los ruedos de España, sacó adelante una familia y le dio unas magníficas carreras a sus hijos. Igual hizo Luque Gago. De ahí que ahora le exprese mi pesar por la muerte no sólo de un grandísimo torero, sino de un gran padre a sus hijos: al profesor de Historia de Arte don Andrés Luque Teruel, arabista y macareno, que ha dado prestigio a la catalogación de muchos tesoros artísticos de la Esperanza, la cofradía de la familia. De quien nació en la parte macarena de la calle Feria y fue bautizado en Omnium Sanctorum en 1933. Y al juez don José Luque Teruel. Que aparte de impartir justicia en Coria del Río, la ejerce en el palco presidencial de la plaza de Sevilla, donde ha sabido sacar el pañuelo naranja ante la bravura de un toro. En su interesante libro de memorias "Recuerdos de un torero", Luque Gago nos dejó su experiencia de cuarenta años en la plata pura de su oficio y su arte. Yo ahora pido que Tejera también le toque a Luque Gago cuando, andando, con garbo, con señorío, se nos ha ido andando de la cara del toro de la vida.

 

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