ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de noviembre de 2019
                               
 

Tiempo de zambombas

Hacía tiempo que no escribía sobre Jerez de la Frontera, "donde se comen las papas enteras", según sentenció Rafael de Paula en aquella escandolosa presentación que hizo en el Parador de Ronda de un libro que acababa de publicar su hijo y que le tiró por tierra desde el título al colofón, recomendando a los asistentes...¡que no lo compraran! Para mí que la Frontera de Jerez, reconquista alfonsina al margen e Historia aparte, tiene una razón lírica, muy campera, muy nuestra, muy a caballo. Jerez es, en efecto, la frontera entre las dos grandes partes en que Fernando Villalón dividía al mundo: Sevilla y Cádiz. Y sostengo que Sevilla le debe mucho a Jerez. Gran parte del esplendor simbólico de la Feria de Abril se lo presta Jerez a Sevilla. A saber: los caballos, los enganches, el vino y los toros de las corridas de encaste Domecq, que suelen son casi todas las del abono. Esa Ruta del Toro que sale de Jerez y va hacia Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules, cuando se trata de toros reseñados, apartados y encajonados, suele venir directamente a los corrales de la plaza de toros de Sevilla cuando los palillos repican a Feria.

Las Pascuas se aproximan, que el Ayuntamiento inaugurará oficialmente con el encendido del alumbrado navideño mucho antes de la Purísima, este viernes, día 29. A este paso van a encender en el Día de Todos los Santos las luces del que los progres llaman "solsticio de invierno" con tal de no mentar el Nacimiento de Dios. La Navidad, como toda fiesta que se precie en Sevilla, tiene sus vísperas. Igual que todo el año son ya las vísperas de la Semana Santa, y cada vez más, las de Navidad comienzan antes cada vez. Y se tragan algo tan cristiano como el Adviento, que sí que es una tradición en la Europa central cristiana. Aquí el Adviento cada vez existe menos, solapado por las celebraciones laicas y consumistas de las luces de Navidad que anuncian el tiempo de belenes y regalos.

Hablaba de Jerez, y lo mismo que Jerez nos manda lo mejor para la Feria, que no se entiende sin los caballos de la ciudad de los vinos, también nos ha colonizado (y a mucha honra de las papas enteras) por la Navidad. Hemos importado, y de qué forma y con qué profusión, una tradición navideña jerezanísima: las zambombas flamencas de sus gitanos. Zambombas, no "zambombás", como dicen algunos, que suena de mal como un cañonazo de desconocimiento y de mal gusto. Sevilla copia a Jerez con las zambombas, de donde vinieron con la gracia inigualable de sus gitanos. Las zambombas son a la tradición jerezana como el encendido de luces en Sevilla, pero con candelada en el centro de la fiesta y compás, mucho compás, sobrados de compás los gitanos cantando para celebrar el Nacimiento del Niño Dios.

Anduve el otro día por tierras jerezanas, por pagos de albarizas para criar el oloroso o las cuatro yerbas de los toros, y me sorprendí una vez más de lo bien que allí se sabe recibir. Claro, están recibiendo ingleses para venderles el vino desde el siglo XVII, si estarán acostumbrados. Y me explicó un amigo de aquella tierra, con su señorío, todo lo que del Jerez gitano, por muchas zambombas que les imitemos aquí, es intransferible. Yo las llamaría las dos B de los flamencos de Jerez: Bulerías y Berza. Ese compás de la vueltecita y la pataíta de las bulerías que baila cualquier gitano de Jerez, aunque no sea profesional del flamenco, no lo enseñan en ninguna academia, no se puede aprender, hay que llevarlo en la sangre, y no como las señoras que en la Feria se atreven a bailar sus bulerías de módulo de FP. ¿Y la berza gitana? Usted habrá tomado berzas en muchos sitios, con todos sus avíos; hasta en esas ventas donde te aseguran que su berza es igual que las de los gitanos de Jerez. Sí, sí... Antié. Yo no sé cómo guisan las berzas los gitanos de Jerez, que mandan a los Montes de Propios al cocidito madrileño repicando en la buhardilla y al potaje de los antiguos corrales de Sevilla. Claro, es una berza "con tós sus avíos". Y esos avìos son, ni más ni menos, que el compás de los gitanos de Jerez de la Frontera, donde se comen las papas enteras y está la división entre las dos grandes partes en que Fernando Villalón dividió al mundo.

 

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