ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de diciembre de 2019
                               
 

La camelancia de Greta

Todo empezó con un rentoy del presidente del Gobierno en funciones (de tarde y noche y madrugada), marca de la Casa Sánchez: "¿Qué pasa, que en Chile no está el horno para bollos y no pueden organizar la Cumbre del Clima? Pues la organizamos nosotros. ¿Que en un mes no da tiempo? Sí nos da: somos unos artistas en adjudicaciones a dedo, sin concurso público. Ya verán ustedes qué pedazo de cumbre vamos a organizar. ¡Cumbre! "Que no farte de ná"." Y así fue. Y así tenemos a Madrid tomada por la Policía como medida de seguridad, para los vividores de la ecología y ecolojetas que vienen a la COP25, cumbre que tiene nombre de cadena donde habla Carlos Herrera. Para mí que hasta sube en el EGM y todo.

Especialista como soy en natación contra corriente, predicaciones en el desierto y afirmaciones políticamente incorrectas, todo esto del cambio climático y de su Cumbre me parece una camelancia. Camelancia cumbre. Inútil. Los tres países del mundo que más contaminan, Estados Unidos, China e India, ni están ni se les espera y no piensan complir ninguno de los acuerdos que allí se tomen. Entonces, ¿para qué flagelarnos con el humo que echa por el tubo de escape nuestro pobre coche Diesel, que parece que es un pecado mortal para ir de patitas al infierno del ecologismo de los ecolojetas, si los países que tienen esas chimeneas a tope de revientacalderas se pasan la COP25 por el Arco del Postigo?

Hay mucho vividor de la camelancia del cambio climático. Tantos, que suman más que los de los ERE, la FAFFE y el fraude de UGT juntos, que ya es decir. Los que tendrían que hablar serían los científicos, como los que van a bordo del buque oceanográfico "Hespérides" de nuestra Armada, que está en la Antártida haciendo mediciones del dichoso cambio climático a pie de obra, con el biruji que hace en la Antártida, que es como Matacanónigos, pero con pingüinos, glaciares y nieves perpetuas. Y los que hablan más y más ronean en este circo que se han montado en Ifema de Madrid y que nos ha costado un pastón por el rentoy de Sánchez son los acróbatas del circo de la ecología. Como el Circo del Sol, el Circo del Cambio Climático. Cual la niña Greta Thunberg, y aquí quería llegar, que dicen que tiene la pobre síndrome de Asperger, y que en vez de cuidarla, me la explotan como demagogia, de niña prodigio, en plan Marisol. Se habla más de esta Greta a la que la guasa llama Vina Greta que de lo que afirman los científicos, los que saben de verdad. El ecologismo quizá sea la nueva bandera que ha tomado el comunismo tras la caída del muro de Berlín: un modo de dar por saco al capitalismo. Y de hacer demagogia. El Sánchez que cogió el Falcon, con lo que contamina el Falcon, para ir al festival de Benicasim con su señora esposa, y hasta a la boda de un cuñaaaaaao, llegó demagógicamente a la Cumbre...¡en coche eléctrico! Tras lo cual me imagino que se fue a Torrejón para volver en helicóptero contaminantísimo a La Moncloa. Como el catamaràn de la pobre Greta Vinagreta. Dicen que de Virginia a Lisboa, por todo el Atlántico, traía como protección y ayuda un yate a babor y otro a estribor, más un helicóptero, venga a contaminar. Pero Greta venía en un barco sin motor. Ay, que me tiro de risa.

Ah, y ayer por la tarde, la manifestación que no puede faltar en estos casos, donde me imagino que iría el Tonto de la Bandera Republicana. La Marcha por el Clima, llamada Marcha Verde, como la de los moros que nos quitó el Sáhara. En la que ¿a que no saben quién habló al final? ¿Pues quién va a ser? El inevitable en tales casos, el profesional de la protesta desde el caviar y su Sicav: el millonetis Javier Bardem. Lo de los vividores de la ecología es lamentable mangoleta con dinero público. Y lo de la niña Greta en loor de multitud, como una artista de cine, me parece sencillamente abuso de menores, sin que le pixelen la cara, sin que nadie proteste. Esa pobre niña debería estar en el colegio y tratada por los médicos, en vez de haciendo activismo sabe Dios en nombre de quién y para qué. Para cambio climático, el que hubo en Sevilla el 2 de febrero de 1954, día de la Candelaria. No vean qué nevada. O también en febrero, la nevada que cayó en Cádiz en 1934. Gracias al cambio climático, Pemán ganó el premio Cavia de 1935 por su genial artículo "Nieve en Cádiz".

 

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