ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de julio  de 2020
                               
 

Segway, un peligro menos

Con lo aficionados que somos en Sevilla en poner nombres, sobrenombres y apodos a las cosas, como Adán en el paraíso, no le habíamos llamado de forma ninguna castellanizada a los patinetes de dos ruedas grandes y gordas, como de tractor, con manillar y equilibrio aparentemente inestable que andaban por Sevilla con un señor encima haciendo malabares para mantenerse en pie y avanzar con el cacharro, y que respondían a la denominación en inglés de "segways". Muchos tenían grandes esperanzas en las posibilidades de movilidad de la sostenibilidad de la transversalidad del segway, ¡toma lenguaje de la modernidad! ¿No queríais lenguaje de la modernidad?

Los segways que quedan por Sevilla y cuya circulación está, como todo, regulada por el Ayuntamiento, en cuanto patinetes complicados que son, me parece que desaparecerán pronto, porque ya no los fabrican. Son los últimos de Filipinas. Porque aunque estaban en el mercado mundial desde hace 20 años no han sido lo que se dice un éxito, según esperaba su creador, el empresario Dean Kamen. La fábrica donde los hacían en Estados Unidos, en New Hampshire, cerrará el 15 de julio. Pero no por el Covid, sino por el fracaso del invento que iba a revolucionar los transportes urbanos. Despedirán a todo su personal, sin ERTE que valga, y se quedarán los mínimos para el mantenimiento de los archiperres de esta clase que quedan circulando por el mundo. Entre otros lugares, por Sevilla, donde son un peligro. Tú te encuentras con un chaval subido en un segway, por mucho casco que lleve, y lo ves tan dubitativo y con tan poco equilibrio en la forma de circular con aquello, que te dices:

--¿A que se la pega el tío?

Eso, si no te arrolla. Los segways, la verdad, eran como de circo, por la forma tan rara de mantener el equilibrio que tenían. Y ahora que cierran la fábrica y que nos quedarán como reliquias los pocos que andan por Sevilla, me he enterado cómo funcionan. Porque como comprenderán no he tenido en mi vida el menor interés por subirme en un segway, hasta ahí podíamos llegar. Sus fabricantes, al anunciar el cierre de la fábrica, explican así su funcionamiento, ¡de lo que se entera uno!: "El funcionamiento era sencillo: inclinarse hacia delante para avanzar, hacia atrás para frenar y girar el manillar para cambiar de dirección. Den Kamen, que tardó una década en desarrollarlo, aseguró entonces que iba a ser "para el coche lo que el coche fue para los coches de caballos".

Pues mire usted por dónde, no ha sido así. El patinete eléctrico sí que ha tenido éxito, y no las ruedotas gordas y espelotás de los segways. De los que queda una casa en la calle Bayona (actual Federico Sánchez Bedoya), que se dedica a alquilarlos, organizando visitas a Sevilla con caravanas de muchachos subidos en su vehículo tan inestable, bien protegidos con sus cascos, por si se la pegan, y dirigidos por un monitor, que va delante a modo de diputado de cruz, diciendo por dónde tienen que ir. Por muy organizado que esté el alquiler de los segways de Sánchez Bedoya, han quedado casi como una atracción de feria para los turistas. Que, como tantas cosas del turismo, se ha ido a tomar por saco con la crisis. No he visto en los últimos días segway en caravana turística alguna por los alrededores de la Catedral. Que si ibas en coche, debías tener un cuidado extremo para no atropellar a uno de los intrépidos pasajeros de estos cacharritos eléctricos en trance de extinción. Porque siempre el que te tocaba delante del coche era el que no sabía, y allá tenías que andar todo lo despacio que el hombre, en su inexperiencia, pudiera avanzar con su loco cacharro.

Una de las cosas buenas que ha tenido el confinamiento es que en estos días no hemos visto por las calles de Sevilla ni un solo segway ("vehículo giroscópico" lo llaman), ni un patinete eléctrico y casi ni una bicicleta. Y casi ni un peatón para ser atropellado. Si Sevilla sin sevillanos es una maravilla, que dijo Antonio Machado, sin peligrosos segways es que ni te cuento. Hombre, por lo menos te puede atropellar un patinete eléctrico como los que los Reyes les echan a los chiquillos, o una bicicleta de toda la vida, y no un bicho raro de estos, como de la guerra de las galaxias, que van a dejar de fabricar.

 

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