ANTONIO BURGOS | ANTOLOGÍA DEL RECUADRO


ABC de Sevilla,  26 de agosto  de 2020
                               
 

Machado y los homenajes

Publicado el 16 de febrero de 1978

 

"Sevilla homenajea ahora a los que echó, pero mientras tanto sigue echando a muchos otros. Aquí para que te echen cuenta tienes que haberte muerto"

 

Vuelvo a encontrarme con Acracio, el ácrata cuarentón que heredó la anarquía en la masa de la sangre y que, en la antigüedad familiar de su ejercicio, desprecia a los acratillas que él llama «de aluvión y de bodeguitas», que por lo visto hay clases en todo, hasta en esto de la basquitud: Y viene Acracio muy orgulloso de haber salido el otro día, dispuesto a pegar la hebra:

 

—Mira, te voy a dar otro tema, ya que he visto que le sacaste punta a lo que te dije del presidente, que no quedó demasiado mal, para lo mal que quedan habitualmente las cosas en cuanto las dice la Prensa.

—Pues venga de ahí, Acracio...

—Estoy asqueado con los homenajes...

—Ya, tantas medallas; pero sabes que el medalleo es un deporte muy sevillano...

—No, estoy asqueado porque estos de ahora están cayendo en el mismo defecto de los de antes, en el homenaje y en el desagravio...

—No te entiendo...

—Es que me refiero a los homenajes a quienes antes no recibían homenajes, que en Sevilla no recibir homenajes es el mejor homenaje. Mira, lo mejor que tenían Picasso, y Machado, y Juan Ramón, es que en Sevilla no le daban homenajes. A mí me gustaban principalmente por eso, porque en Sevilla, en cierta Sevilla, no se acordaban de ellos, ni les ponían calles. Pero ahora verás que están corrompiendo a nuestros maestros. En el momento en que el Ayuntamiento se preocupa de Machado, Machado es menos Machado, y si Juan de Mairena levantara la cabeza, seguro que los fulminaba con un apotegma. Machado nunca quiso estar en manos de los tenientes de alcalde, y ha quedado para eso, para que los tenientes de alcalde sean persona dando desagravios a Machado. En el momento en que Machado tenga un monumento, y una calle, y una cosa, a lo mejor hasta aborrezco de Los Complementarios y de Abel Martín. Un Machado municipal y espeso es lo menos Machado, que se puede pensar, es un Machado que bosteza entre la vulgaridad de la política...

—¿Y los otros, Juan Ramón y Picasso?

—Igual. Si algo bueno hicieron Juan Ramón y Picasso, y por eso los admiro, fue irse. Mira, Burgos, en esta ciudad lo mejor que puede hacer uno es irse, dejarlos aquí a ellos, que se entretengan con sus medalleos y sus desagravios. Porque verás que todo esto de Picasso y de Juan Ramón es como un desagravio. Traen el «Guernica» para que nos olvidemos de que los mismos poderes que hicieron a Picasso francés son los que ahora se apuntan el tanto recuperándolo; y hacen el centenario de Juan Ramón para que nos olvidemos de que no consiguieron traerlo sino muerto...

—Y tú, Acracio, ¿por qué no te has ido?

—Porque alguien tiene que quedar para decirle a los sevillanos estas cosas que no quieren oír. Con tanto Machado, tanto Picasso y tanto Juan Ramón pasa ahora lo mismo que antes pasaba con tanto Velázquez, y tanto Martínez Montañés, y tanta Roldana. Desconfía, Burgos. Sevilla homenajea ahora a los que echó, pero mientras tanto sigue echando a muchos otros. Aquí, Burgos, para que te echen cuenta tienes que haberte muerto o haberte ido a París.

—Y a nosotros, Acracio, ¿crees tú que nos la echan?

—Yo creo que sí...

—¿Aunque estemos vivos?

—Eso es lo que tú te crees. Nosotros estamos muertos en esta ciudad de vivos...

 

  

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