ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 30 de mrrzo  de 2021
                               
 

Diez minutos de gloria

Recordar es volver a vivir. En esta Semana Santa atípica tan lejos de lo típico, de colas ante los templos para vivir la intimidad del diálogo con Cristo y con su Madre, hagamos una evocación para volver a vivir Sevilla en estos maravillosos días del gozo donde hasta la luz es distinta y donde tantas maravillas estamos recordando como ausentes por un segundo año. Igual que esas frases de qué cuadro salvaría usted de un incendio en el Museo del Prado o qué libro se llevaría a una isla desierta si tiene que estar como Robinson Crusoe, yo me preguntaría a mí mismo qué diez minutos, sólo diez, de Semana Santa recordaría para volverlos a vivir, al menos desde la nostalgia. Usted también puede hacer su lista, cada sevillano tiene la suya, de lo que ahora, precisamente ahora, que estamos viviéndolo todo de una forma distinta, evocaríamos. He aquí, pues, algunos de mis personales diez minutos de recuerdos, emociones, repelucos y evocaciones de todo lo que fue y lo que sentimos ahora tan lejos.

La soledad silenciosa del Patio de los Naranjos de la Catedral, entre el olor de sus flores, cuando se oye la música de capilla que trae en su entrada el Cristo de la Corona.

Los armaos de la Centuria Macarena con los ojos nublados por las lágrimas cuando, en el rito de la Concordia, salen de rendir armas ante el Gran Poder en la plaza de San Lorenzo.

Las madres del Tiro de Línea detrás del paso de Nuestro Padre Jesús Cautivo.

El crujido de la caoba vieja cuando en el silencio que mide los milímetros está salido de su capilla de los Toneleros el Cristo de la Salud de la Carretería.

Esa alegría macarena cuando, con su cara de cansada de andar por Sevilla toda la noche, llega la Esperanza Macarena a sus dominios ciertos del barrio en la calle Parras.

El silencio que hasta se oye cuando El Silencio va por la calle Francos y pasa el nazareno con la espada desnuda de la Defensa del sevillanísimo Dogma de la Purísima.

Los padres que, credencial en la solapa, acompañan a los nazarenitos de La Borriquita cuando Jesús, bajando la Rampla del Salvador, vuelve a entrar en la nueva Jerusalén que es Sevilla en estos días.

La Buena Muerte de Cristo cuando el paso de los Estudiantes se recorta sobre los merlones de las murallas del Alcázar.

Los vencejos en el cielo de Sevilla cuando el Cristo de las Misericordias llega a la Alcazaba desde Santa Cruz.

La Esperanza de Triana delante de la capilla del Baratillo.

Cuando el puente de los Bomberos se hace torero al pasar el Cristo de la Salud de San Bernardo.

El crujido del Descendimiento de Jesús cuando llega el paso de la Quinta Angustia entre los latines de la capilla musical.

Y Triana, Triana, Triana, con El Cachorro, San Gonzalo, La O o La Estrella por el puente, al que le faltan ojos para ver tanta Sevilla, tanto repeluco del recuerdo.

 

 

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