ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 20 de mayo  de 2021
                               
 

Gorrillas

El Ayuntamiento ha tirado la toalla con los gorrillas. Me extraña que cada vez haya más gorrillas, cuando con el castigo nacional y municipal al coche cada vez hay menos aparcamientos. Es un milagro que los gorrillas encuentren dónde ejercer su particular coacción por encontrar aparcamiento, si cada vez hay menos sitios donde dejar el coche. Aceptado a trancas y barrancas por un Ayuntamiento que no ha podido acabar con ellos, porque ni pagaban las multas ni nada, el gorilla pasa, pues, a la galería de personajes populares callejeros. Gorrillas los hay en muchas partes del mundo. Los he visto en la capital de México, en el Distrito Federal, donde se caracterizan por un trapo rojo, como una muleta rota, con el que llaman la atención de los conductores cuando hay un sitio para aparcar y dejarles a ellos su forzado estipendio no por guardar el coche, sino por habernos señalado dónde lo podían dejar.

La palabra "gorilla" nos podrá decir el profesor don Antonio Narbona si es netamente sevillana. Me da esa impresión. Los gorrillas no usan ya gorra de plato, pero cada vez hay más y ni el Ayuntamiento puede con ellos. Gorra comenzaron a usar cuando empezaron a ejercer este oficio: como signo de autoridad, se ponían una gorra de plato. Eran gorras de plato grises, con una cinta roja, procedentes casi todas ellas del desecho de los antiguos uniformes de la Policía Armada antes de la democracia, de "los grises". Tú le plantabas una gorra de policía armada antiguo a un buscavidas de los barrios marginales y lo convertías en una autoridad. Como ahora te la da que te enfundes un chaleco verdoso reflectante, que son los usan los albañiles que cortan las calles para las obras cuando les hace falta. Tú ves a un señor con un chaleco amarillo-verdoso reflectante y le das condición de agente de la autoridad. La misma que les daban las gorras de plato de los grises a los gorrillas.

Antes que los gorrillas hubo una asociación de verdaderos profesionales como guardacoches. Aquellos sí te vigilaban el vehículo. Eran los miembros de la ANIC, Asociación Nacional de Inválidos Civiles, que animaban los señores Ybarra y Ferrera Comesaña, y donde legalísimamente encontraban trabajo muchos minusválidos. Que tenían una tarifa fija por su servicio y te daban un recibo oficial como comprobante del pago. Cuando los guardacoches de la ANIC desaparecieron, al cabo del tiempo el Ayuntamiento inventó algo por el estilo, legal, los «vovis», de entidades como PM40, para colocar a parados de más de 40 años. También desaparecieron. Y todo quedó en manos de los sevillanísimos gorrillas, que hacen su agosto en la zona azul fuera de las horas de vigencia. Se reparten entre ellos sus territorios de coacción al conductor y forman a veces unas peleas horribles en la disputa de su zona. Y ya llegan a Heliópolis, a Sevilla Este y por descontado a las zonas de hospitales. Porque en el centro no encuentra uno un gorilla por la razón de que no queda un aparcamiento, con tanta máquina de estrechar calles, suprimir aceras y poner "plataformas únicas".

 

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