ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  3 de septiembre  de 2021
                               
 

Elogio del toreo bufo

Por si le faltaba algo al claudicante mundo de los toros, la fábrica de papel de fumar que tienen algunos para inventar asuntos políticamente incorrectos se ha cebado este verano con el espectáculo cómico-taurino-musical por mor de los velazqueños enanitos toreros, a los que se ha querido condenar al paro, y en nombre de su dignidad precisamente. Con ese razonamiento, de momento había que prohibir media obra de Velázquez: toda la que retrata a los deformes bufones de la Corte. Y se ha hecho, además, contradictoriamente: querer prohibir las charlotadas desde el mundo de la política, concretamente desde la Junta. Sobre muchas de cuyas actuaciones y personajes habría que decir, al modo del "esto sí que es una chirigota" gaditano, el "esto sí que es una charlotada".

Menos mal que con freno y marcha atrás, todo quedó en su punto y el Velázquez de las charlotadas podrá seguir estando en los ruedos, en las pocas ferias y festejos que se celebran, dadas las actuales circunstancias. Pero no se ha hecho, como intento ahora, una reivindicación del toreo bufo como una parte más de la Tauromaquia. Muchas figuras del toreo empezaron toreando en "la parte seria del espectáculo", como se decía a la lidia ordinaria de algún eral o utrero en aquellas charlotadas. Siempre me planteé ante esta historia de "la parte seria del espectáculo" una cuestión: ¿no era acaso serio el toreo circense de las charlotadas? Hay que tener mucho conocimiento del toro, de los terrenos, de las suertes, de la tauromaquia, dominar de una gran técnica, en suma, para hacer humor y reír a los niños con un lance o un muletazo a un eral. Los toreros cómicos fueron todos grandes conocedores de la técnica; sin ella no era posible su actuación, mientras sonaba la banda de "El Empastre" o de "Los Califas". El toreo bufo dicen que inspiró a Chicuelo para la creación del lance de capote de su invención, al que puso nombre. Y para mí que también la manoletina y la bernardina están claramente inspirados en el toreo cómico. Por no hablar del salto de la rana de El Cordobés. El toreo cómico tuvo artistas de época que crearon escuela, como Llapisera o Celis, "El Bombero Torero", inventor de los enanitos que han estado en polémica buena parte de este verano.

En el que me he acordado de un ya olvidado torero bufo sevillano, Juan Fernández "El Hombre Gordo", popularísimo en su tiempo y protector de los niños y de la Cabalgata del Ateneo, para la que organizaba un festival cada año. Nadie lo prohibió porque su figura denigrara a los metidos en kilos. Nacido con el siglo XX, aprendió a torear junto a Joselito y debutó en Sevilla como novillero en 1917, sin llegar a tomar la alternativa. En 1931, y accidentalmente en un festejo en Sanlúcar la Mayor hace unas gracias en la plaza, que caen bien y se dedica al toreo cómico, cosechando grandes éxitos en toda España como "El Hombre Gordo". Retirado, se dedicó al negocio de comprar materiales de derribo, por lo que se le conoció como "Juanillo el de la Puertas", por las que revendía en su carpintería del barrio de la Feria. Si llega a ser ahora, a Juan Fernández lo prohiben por reírse de los gordos.

 

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