ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  17 de octubre  de 2021
                               
 

Manglano y Pandora

Fue gente en la Transición, cuando estaba con la edad en la boca y acababa de abandonar sus estudios en la Facultad, encandilado por el sueldecito y las parcelas de poder que encontró en la UCD. Ocupó los más diversos cargos, porque valía y sigue valiendo lo mismo para un roto que un descosido y porque era y es un artista de las puertas giratorias. Tuvo poder, para qué vamos a negarlo. Bastante poder. Por delegación de otros o a codazos, en los que siempre fue un artista. Cómo será de artista, que cuando la UCD se fue al garete le faltó tiempo para buscarse el apañete de un cargo en el PSOE triunfante, y a todo el que quería escucharlo le decía que estaba antes equivocado, que era socialista de toda la vida.

Anda ahora medio retirado y a punto de jubilarse. En la empresa privada, naturalmente. En uno de esos puestos de cobrar mucho y no hacer nada. Evidentemente está donde está y cobra donde cobra, y bien, que como agradecimiento a los servicios que le prestó a esa compañía en aquellos tiempos de los comienzos de la democracia en que tantos favores le hizo. Pero está desolado. Está viendo que todo el fue sale en los Papeles de Manglano y todo el que sigue siendo sale en los Papales de Pandora. Y él, ni en lo uno ni en lo otro. Él, que se creía en aquellos entocnes rey del mambo de la política, ve ahora que no era nada ni nadie, al no digo leer los Papeles de Manglano. Los ha leído todos y ha visto multitud de nombres de conmilitones de aquella época que sí que estaban en el machito y sí que partían el bacalao. De los nombres que salen en los Papeles de Manglano, ha cenado al menos con el sesenta por ciento de ellos. Pero ni por ésas. De él, ni una línea. Lo que lo tiene hundido. Porque si no has salido en los Papeles de Manglano es que no eras nadie en España, cuando te creías el árbitro del universo de la política.

Y de Pandora, mejor ni pensarlo. Mira que hizo y ha hacho chanchullos, componendas, adjudicaciones a dedo, colocaciones de amiguetes, las que se llaman trampas. Mira que ha cobrado comisiones en blanco, en negro... y en gris. Mira que se ha embolsicado dinero en su paso por los puestos de decisión de la política, caudales que ocultó en las cuentas que le aseguraban más opacas en los paraísos fiscales, de Andorra o Gibraltar, que están ahí al lado, a la isla Jersey, que tiene nombre de rebequita, o a lejanos territorios oscuros que ni sabía dónde estaban y desde donde se trajo por cierto el dinero para el casoplón con ático que se compro en Marbella y para el otro piso maravilloso del barrio de Salamanca donde ahora vive. Pues nada. No sale y a este paso se espera que nunca salga.

Cierto que hay dos Españas: la que sale en los papeles de Manglano y en los chanchullos de Pandora, y la que no sale. Si no sales en ellos, no eres nadie. Mi amigo, orgullosísimo, se creía que iba a salir de un momento a otro y por eso está ahora desolado, hundido. Porque ha comprobado que era simplemente un trincón y un sinvergüenza. Uno de tantos innominados y desconocidos héroes de la mangoleta en la triste España de la corrupción.

 

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