ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  3 de febrero  de 2022
                               
 

Infantes mira a los ojos a la Sanidad

De la antiquísima y primitiva Real Academia Sevillana de Medicina, tras la elección como presidente del doctor don Carlos Infantes Alcón, hay que de decir como a los familiares de muchos enfermos graves para animarlos:

--No se preocupe usted, que está en las mejores manos.

No es que la Real Academia de Medicina esté enferma, pero tras la llegada de Infantes sí que está en las mejores manos, y conste que no eran peores las anteriores. Hablo del talante y el coraje del doctor Infantes en la entrevista con Jesús Alvarez, en la que cantó las verdades del barquero de cómo está el patio de la Sanidad. Dijo una frase Infantes que es "levangelio", como se dice popularmente: «Se está perdiendo la vocación por la Medicina y se está dejando de mirar a los ojos de los pacientes». Eso es una verdad como el Hospital Virgen del Rocío de grande. No sé si será vana apreciación mía, pero cada vez en los hospitales y centros de salud se ve a menos médicos con el fonendoscopio colgado del cuello, a modo de estola de su sanitario sacerdocio. Y como ya van vestidos todos con trajes de trabajo desechables azules o verdes, no sabes si es un médico o un fontanero de los servicios de mantenimiento. Es verdad. Casi todos los médicos (no generalizo porque no quiero líos con su Real e Ilustre Colegio) ya no te miran a los ojos cuando entras en su consulta. Miran los análisis, las pruebas, al ordenador, cuya pantalla es como una frontera infranqueable entre médico y enfermo. Ay, aquellos médicos antiguos, cuando no había ordenadores, los del fonendo al cuello, que dependían no de los análisis y las radiografías, sino de su ojo clínico. Quiero rendir tributo a aquellos médicos antiguos en la persona de don Fernando Pellón Aparicio, un galeno clásico de consulta de 3 a 5 en la calle Teodosio, de los que iban por las casas, cosa que ya no se estila. Y que nada más entraba en el cuarto donde uno de nosotros estaba malito en la cama, decía, sólo con vernos la cara desde lejos:

-- Este niño tiene escarlatina.

No hablo ya de ir por las casas. Hablo de esos 7 minutos que dice el doctor Infantes tiene cada médico para ver a un enfermo en la Sanidad pública: "Ya no hay que palpar la barriga, sino que pides una ecografía; ya no hay que escuchar el corazón, sino hacer una ecocardiografía. La separación es cada vez mayor. El médico se está viendo forzado en función del tiempo disponible a ordenar mil pruebas que hace un técnico que no habla ni conoce al paciente. Y el médico lee delante del paciente todos los informes que le han escrito otros profesionales, unos con mucha experiencia y otros con poca. Y al final saca una conclusión no individualizada con ese paciente al que apenas ha mirado a los ojos. No ver la cara de los enfermos es la antítesis de la profesión médica. Yo miro al paciente, no a la máquina, que no es mi paciente". Verdades como puño las que desgrana Infantes. Ah, doctor Infantes, que se me olvidaba: que todo esto se lo ha dicho sin darle el volante de la compañía. Otro día tiene usted que hablar de las compañías que no miran a los ojos...a los mèdicos y les pagan una miseria por cada conulta.

 

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